LA
LENGUA NO ES INOCENTE
El
lenguaje nunca es inocente. No sólo dice aquello que dice, sino mucho más,
implícito. Y no puede ser inocente porque siempre es enjuiciador. El lenguaje
tiene varios niveles, el literal o explícito y los implícitos. Por eso puede
ser sexista, machista, encubridor. Los hablantes (desde el portero al político
o al escritor) sabemos muy bien que tenemos que contar con esos significados
implícitos que están en el inconsciente, donde todo está dicho de antemano,
aquellos plus de significados que no vienen en el diccionario. Voy a dar un
ejemplo sencillo. La palabra amar puede ser femenino o masculino
indistintamente. Sin embargo, si comparamos la poesía acerca del mar que se ha
escrito en España en femenino o en América Latina, en masculino, advertiremos
las diferencias. La mar en femenino
suele provocar textos elegíacos, juguetones, seductores, como si fuera una
mujer, madre o amante a la que seducir. En cambio, cuando se habla de “el mar”
en masculino los textos suelen ser amenazadores, menos líricos: el mar con
artículo masculino inspira respeto, temor. Es la diferencia que hay entre la
mar de Alberti y el mar de Stevenson.
Jaques
Lacan estableció: el inconsciente se organiza como el lenguaje, es decir, utiliza
símbolos que son ese trasfondo de la
lengua que responde a los arquetipos sociales e institucionales.
Cuando
yo era chica en Uruguay, los conferenciantes empezaban los discursos siempre de
la misma manera: “Señoras y señores”. Era un reconocimiento. Porque una de las
funciones más importantes de la lengua es el reconocimiento social
aquello que no se nombra no existe, de ahí el frenesí de las dictaduras
por suprimir discursos, palabras, información; si no puedo hablar de algo, lo
estoy matando. Decía George Steiner que no hay castigo mayor que el silencio.
Si la función más importante
del lenguaje es la representación, de ninguna manera puede ser inocente decir:
“señores” y pretender que las mujeres nos sintamos aludidas. No. Señores son
señores y señoras son señoras. ¿La inversa es posible? Si un texto comienza:
“señoras” ¿los hombres se sienten representados? Lo universal ha sido hasta
ahora masculino; es hora de que empiece a dejar de serlo. Recordemos a Humpty
Dupty cuando le dice a Alicia “las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen porque yo soy
el que manda”. Sencillo e insoportable: el lenguaje es el reflejo del poder.
Las mujeres maltratadas dicen que sus parejas no las dejaban hablar; el lenguaje
era propiedad de ellos y si no respondían a sus preguntas con sumisión, golpe y
patada.
Cuando se asegura que el
lenguaje surge del pueblo y por eso es sabio, o es una tomadura de pelo o una
ingenuidad. Hasta ahora nadie ha podido demostrar que el ente abstracto
“pueblo” sea esencialmente sabio, ni más ni menos que cualquiera de sus
habitantes, hombres o mujeres. Y la espontaneidad del lenguaje nos conduciría
otra vez a la caverna: el lenguaje es una creación social y artificial que
refleja las estructuras de poder en cualquier sociedad.
Una prueba de ello es el
escaso interés que el tema del sexismo en el lenguaje ha suscitado en la RAE
compuesta en su inmensa mayoría por hombres. Y para rizar el rizo los hombres
suelen decir que no están de acuerdo con las cuotas porque las mujeres debemos
desempeñar los cargos por méritos propios. Este es el mensaje literal. El
implícito: entonces si no hay cargos en las instituciones es porque las mujeres
no valen. Refinada manera del machismo.