tag:blogger.com,1999:blog-69214722449120231372024-02-08T12:05:33.657-08:00ARTÍCULOS de CRISTINA PERI ROSSICristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.comBlogger29125tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-23283886951043012952012-03-29T05:45:00.001-07:002012-03-29T05:45:51.600-07:00<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt;">LA
LENGUA NO ES INOCENTE<o:p></o:p></span></div>
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<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt;">El
lenguaje nunca es inocente. No sólo dice aquello que dice, sino mucho más,
implícito. Y no puede ser inocente porque siempre es enjuiciador. El lenguaje
tiene varios niveles, el literal o explícito y los implícitos. Por eso puede
ser sexista, machista, encubridor. Los hablantes (desde el portero al político
o al escritor) sabemos muy bien que tenemos que contar con esos significados
implícitos que están en el inconsciente, donde todo está dicho de antemano,
aquellos plus de significados que no vienen en el diccionario. Voy a dar un
ejemplo sencillo. La palabra amar puede ser femenino o masculino
indistintamente. Sin embargo, si comparamos la poesía acerca del mar que se ha
escrito en España en femenino o en América Latina, en masculino, advertiremos
las diferencias.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La mar en femenino
suele provocar textos elegíacos, juguetones, seductores, como si fuera una
mujer, madre o amante a la que seducir. En cambio, cuando se habla de “el mar”
en masculino los textos suelen ser amenazadores, menos líricos: el mar con
artículo masculino inspira respeto, temor. Es la diferencia que hay entre la
mar de Alberti y el mar de Stevenson.<o:p></o:p></span></div>
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<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt;">Jaques
Lacan estableció: el inconsciente se organiza como el lenguaje, es decir, utiliza
símbolos <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que son ese trasfondo de la
lengua que responde a los arquetipos sociales e institucionales. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt;">Cuando
yo era chica en Uruguay, los conferenciantes empezaban los discursos siempre de
la misma manera: “Señoras y señores”. Era un reconocimiento. Porque una de las
funciones más importantes de la lengua es el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">reconocimiento social</i><span style="mso-spacerun: yes;">
</span>aquello que no se nombra no existe, de ahí el frenesí de las dictaduras
por suprimir discursos, palabras, información; si no puedo hablar de algo, lo
estoy matando. Decía George Steiner que no hay castigo mayor que el silencio. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt; line-height: 200%;">Si la función más importante
del lenguaje es la representación, de ninguna manera puede ser inocente decir:
“señores” y pretender que las mujeres nos sintamos aludidas. No. Señores son
señores y señoras son señoras. ¿La inversa es posible? Si un texto comienza:
“señoras” ¿los hombres se sienten representados? Lo universal ha sido hasta
ahora masculino; es hora de que empiece a dejar de serlo. Recordemos a Humpty
Dupty cuando le dice a Alicia “las palabras significan lo<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que yo quiero que signifiquen porque yo soy
el que manda”. Sencillo e insoportable: el lenguaje es el reflejo del poder.
Las mujeres maltratadas dicen que sus parejas no las dejaban hablar; el lenguaje
era propiedad de ellos y si no respondían a sus preguntas con sumisión, golpe y
patada.<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt; line-height: 200%;">Cuando se asegura que el
lenguaje surge del pueblo y por eso es sabio, o es una tomadura de pelo o una
ingenuidad. Hasta ahora nadie ha podido demostrar que el ente abstracto
“pueblo” sea esencialmente sabio, ni más ni menos que cualquiera de sus
habitantes, hombres o mujeres. Y la espontaneidad del lenguaje nos conduciría
otra vez a la caverna: el lenguaje es una creación social y artificial que
refleja las estructuras de poder en cualquier sociedad.<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin: 0cm 0cm 0pt;">
<span style="font-family: "Bookman Old Style"; font-size: 14pt; line-height: 200%;">Una prueba de ello es el
escaso interés que el tema del sexismo en el lenguaje ha suscitado en la RAE
compuesta en su inmensa mayoría por hombres. Y para rizar el rizo los hombres
suelen decir que no están de acuerdo con las cuotas porque las mujeres debemos
desempeñar los cargos por méritos propios. Este es el mensaje literal. El
implícito: entonces si no hay cargos en las instituciones es porque las mujeres
no valen. Refinada manera del machismo. <o:p></o:p></span></div>
<br />
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<br /></div>
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<br /></div>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-34216357659348858722012-02-20T06:21:00.000-08:002012-03-29T05:50:42.584-07:00Estoy reunida<br />
<br />
<br />
Cristina Peri Rossi<br />
<br />
Yo soy una mujer con suerte. Por ejemplo, en la última semana, me han comunicado por teléfono que he ganado un apartamento frente al mar en Palma de Mallorca, un televisor de plasma líquido de 23 pulgadas y una cubertería de plata para 68 personas. ¿Cómo me he ganado todo esto yo solita, sin enviar cupones, ni comprar rifas? Sólo por el hecho de tener un teléfono. Sí, señores y señoras, tengo un teléfono que misteriosamente conocen las inmobiliarias, las compañías de seguros, las agencias de viajes a Cancún y muchas empresas fantasmales, de esas que no aparecen más que para hacerme regalos. Todo por la mala costumbre de atender el aparato cuando suena, con la dulce esperanza de que seas vos, vos y nada más que vos, como dice el tango. Pero no sos vos, es la inmobiliaria que me regala un chalet en Cádiz.<br />
El teléfono se ha convertido en un extraño medio de incomunicación. Por ejemplo, cuando soy yo la que intento hablar con mi editor o con el director del periódico, el teléfono sólo sabe decirme que mi editor o el director del periódico está reunido. Estar reunido debe de ser algo importantísimo, misterioso y secreto, algo que sólo concierne a los grandes jefes de las tribus, no a la gente de a pie, como yo. Porque yo, no consigo reunirme con nadie, salvo conmigo misma o con mis fantasmas, que son muchos, pero aparecen y desaparecen como se les da la gana. Para solucionar los problemas de incomunicación de los teléfonos normales, es decir, de los de cable, surgió el móvil. El móvil es como el oído de los sordos: se encaja en la oreja, y ya no se quita más, solo para dormir, y ni así, porque yo conozco gente que no apaga el móvil ni cuando hace el amor (las pocas y rápidas veces que lo hacen: a veinte minutos por eyaculación, según las estadísticas españolas) ni cuando duerme. Ya podemos ver hermosas películas norteamericanas donde el protagonista, que tiene un trabajo importantísimo en una multinacional, yace con una mujer espléndida en la lujosa habitación de un hotel de cinco estrellas, y en el momento en que va a darle un beso ardiente en la boca, suena el móvil, entonces besa el aparato, en lugar de la chica, y ésta espera pacientemente a que la esposa, el jefe que está por encima o alguno de sus clientes le proponga un negocio y entonces hacer el amor no dura ni siquiera veinte minutos, porque el tipo se pone de pie, se enfunda los pantalones y a cosas más urgentes y placenteras que hacer el amor, como ganar dinero, por ejemplo. Tengo un amigo psicoanalista que dice que vivimos en una época en la que sólo se libidiniza el dinero. Empezando por él, que tiene pacientes hasta cuando duerme, porque para ganar más dinero ha puesto una consulta telefónica: la paciente deprimida o el paciente maníaco lo pueden llamar al móvil, en horas nocturnas,Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-13221786101857559462011-11-03T11:25:00.000-07:002011-11-03T11:26:46.288-07:00<span style="color:#ff0000;">Tú eres diferente<br /><br /></span><br /><span style="font-size:130%;">En muchas películas y series de televisión hay una escena clave en la relación chico-chica, hombre-mujer. A poco de conocer a la protagonista, él le dice: “Tú eres diferente a las demás, por eso me gustas.” La chica, desconcertada (¿en qué consistirá su diferencia? ¿Es más guapa? ¿Es más inteligente?) sonríe, seducida por la diferencia. A lo largo de la película y hasta el final, no sabemos en qué consiste esa diferencia, aunque muchas veces la hace víctima de atrocidades: el “chico” la intenta violar, la engaña o la mata. La presunta diferencia la convirtió en víctima.<br />A la inversa, la frase casi nunca se pronuncia en el cine. La mujer que intenta seducir a un hombre no le dice: “Tú eres diferente a los demás” con alguna excepción: la “tonta” o “ingenua” Marilyn Monroe a Toni Curtis, en Con faldas y a lo loco. Pero se equivocaba: era un seductor y un mentiroso, aunque al final el amor lo redime.<br />Decirle a una mujer: “Tú eres diferente” se supone que es un elogio. Las demás son tontas, o feas, o lelas. Esa es la opinión que el galán tiene de las mujeres y utiliza la “diferencia” como halago. ¿Quiere decir que ella también piensa que las otras mujeres son tontas, feas o lelas? Ella no está dispuesta a aclarar el equívoco: reconoce en la frase del galán un presunto piropo, una alabanza. Además, la frase denota que él tiene mucha experiencia, lo cual lo coloca en una situación ya inicial de superioridad. Él, que ha estado con otras mujeres, tiene un saber del que ella carece: las “conoce”. A él no lo pueden engañar: todas son iguales, menos ella. La sonrisa halagada de ella o el silencio, la convierte en cómplice del prejuicio y en víctima propiciatoria. Los espectadores estamos en una situación ambigua: al ser una frase tan repetida cuyo desenlace suele ser el acoso de “la diferente”, y su futuro el de víctima, empezamos a desconfiar del chico. Reconocemos que es una forma perversa de seducción. Es lo que Freud llamó “el narcisismo de las pequeñas diferencias”.<br />Estoy muy contenta con el final de ETA. Pero se me ocurrió imaginar otra escena: tres encapuchados anunciando el cese de la violencia contra las mujeres. ¿Se lo pueden imag nar?ETA mató a más de ochocientas personas en cincuenta años.<br />No tengo las cifras exactas de la violencia machista en el mismo período, pero un promedio –por lo bajo- de sesenta por año, me da la cifra de tres mil. Con una diferencia: ETA mató a hombres y mujeres. El machismo exclusivamente a mujeres. Y a veces, a algunos niños.<br /><br /><br /><br /></span>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-72511613549515588582011-10-14T13:00:00.000-07:002011-10-14T13:01:02.479-07:00Si quieres acceder a la Galería Fotográfica del Homenaje a Cristina Peri Rossi clica en el link de abajo.<br /><br /><a href="http://www.acec-web.org/quincenal/galeries/97/peri/index.html">http://www.acec-web.org/quincenal/galeries/97/peri/index.html</a>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-51677092516393121992011-10-14T12:37:00.000-07:002011-10-14T12:38:47.259-07:00Clicar para ver el Homenaje a Cristina Peri Rossi en you tube<br /><br /><a href="http://www.youtube.com/watch?v=P36Smizphe8&feature=related">http://www.youtube.com/watch?v=P36Smizphe8&feature=related</a>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-9403352474232204632011-01-21T11:37:00.001-08:002011-01-21T11:37:38.484-08:00<strong>LAS DOS BARCELONAS</strong><br /><br /><br />El día de su estreno, fui a ver Biutiful, la dramática, humana y dolorosa película de Alejandro González Iñárruti, cuya trama se desarrolla en la Barcelona pobre, en la Barcelona lumpen, en la Barcelona que no sale en las postales: la de los emigrantes, la de los chinos hacinados, la de los que malviven del trapicheo. Una Barcelona nocturna,<br />hacinada, fea. El polo opuesto de aquella trivial, superficial<br />Vicky, Cristina y Barcelona de Woody Allen. En Biutiful no salen ni una vez la Sagrada Familia, ni la maravillosa arquitectura de Gaudí, ni la Diagonal, ni el Palau de la Musica Catalana que unos burgueses avaros esquilmaron en beneficio propio. Sólo, a lo lejos, el humo de alguna chimenea de fábrica, los estrechos callejones del Raval y una playa, en la Villa Olímpica que lanza a la escasa arena los cadáveres de los muertos indocumentados. Y sin embargo, me pareció una película profundamente humana, tierna en su dolor, noble en sus sentimientos y dramática en la soledad, en la derrota de seres abocados a unas condiciones de vida duras y difíciles. No es una película para hedonistas, para quienes creen en el Carpe Diem, para aquellos que egoístamente cierran los ojos ante el dolor ajeno con la excusa de que no podemos hacer nada para aliviarlo. Como el cine estaba lleno, me hice la ilusión de que hay mucha gente dispuesta a ver la otra cara de Barcelona (a los efectos del drama da lo mismo que fuera cualquier otra ciudad) y a sentir empatía por los no guapos, los no fashion, los perdedores. La mejor literatura y el mejor cine se han hecho sobre perdedores y perdedoras porque siempre tienen una historia que contar, una historia de sentimientos, de emociones, de falta de omnipotencia. Un Javier Bardem más sensible y matizado que nunca comunica con interioridad, con hondura la pena, la compasión, el miedo y la culpa. Cine de sentimientos, señores y señoras, no de efectos especiales. Cine de la otra cara de la Barcelona Olímpica, de la Barcelona del Forum y de metrópolis de los negocios o de las tiendas. Nada que ver con la visión superficial y turística de Woody Allen (no lo castiguemos: necesitaba dinero para financiar la otra película, la que verdaderamente quería hacer, en Londres). Biutiful es lo opuesto al cine como entretenimiento, como diversión, como evasión: es una experiencia conmovedora, una inmersión en los sentimientos buenos y malos, mezclados, en la condición humana, que es el tema de todas las grandes obras nuestras, criaturas perecederas, sometidas a la Historia, víctimas de poderes que no controlamos y que nos amenazan, nos empujan.<br />Porque Barcelona, como cualquier otro lugar de este mundo, está lleno de gente que sufre, que pelea por el pan de cada día, que ama a sus hijos y que en cualquier momento, enferma. De seres nada planos, que no son ni buenos ni malos, capaces de lo mejor y también de lo peor. Como los obreros de Nissan, que han conseguido asegurar su puesto de trabajo…a costa de no mejorar sus sueldos, chantaje que la empresa multimillonaria les ha impuesto a costa de la crisis. Frank Torres consiguió salvar a sus obreros del paro y que produzcan un seis por ciento más: un acuerdo para ir tirando. Lo que no sabemos es si cuando la nueva camioneta pick up esté fabricada y se venda como churros, la Nissan recompensará el sacrificio de sus obreros. Mejor dicho. Lo sabemos: no. En este sistema, lo único que se socializan son las pérdidas.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-49864482573219817412010-12-04T13:51:00.000-08:002010-12-04T14:00:53.459-08:00ENTREVISTA A CRISTINA PERI ROSSI por Tony Montesinosmartes 5 de octubre de 2010<br />Entrevista capotiana a Cristina Peri Rossi, por Toni Montesinos<br /><br /><br /><br /><br />En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló "Autorretrato" (versión en español dentro de su libro Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente "entrevista capotiana", con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de la poeta, narradora y traductora uruguaya Cristina Peri Rossi.<br /><br />_Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamas de él, ¿cuál eligiría?<br />_Viviría en el Paraíso, si existiera, siempre y cuando no tuviera que morirme previamente. Y los Paraísos existen a condición de que no se les encuentre. Pero a veces, haciendo el amor de manera tántrica (no follando, son cosas diferentes) he creído estar en el paraíso, “segunda calle a la izquierda”. Dura poco. Los Paraísos son efímeros. Hay otra manera, también, se sentirme en El Paraíso: el síndrome de Stendhal. Lo puedo sentir mirando un atardecer, un rostro hermoso, un cuadro, escuchando a Lara Fabian cantando Je suis malade o a Pavarotti cantando Mama Lucia. O caminando con la persona a la que amo. El síndrome también es efímero, pero crea adicción. Para mí, el Paraíso es la belleza y la emoción.<br />_¿Prefiere los animales a la gente?<br />_Me gustan algunos animales y también algunas personas. Entre los primeros, prefiero a una especie de monos llamados bonobos, dichosos y pacíficos. Nunca cometen un solo acto de violencia, y los etólogos han descubierto que se debe a que se dedican a dos actividades exclusivamente: comer y acariciarse. Se tocan todo el tiempo, y eso les quita agresividad. No existe la interdicción del incesto y fornican entre todos, sin distinción de sexo, edad y parentesco.<br />_¿Es usted cruel?<br />_Eso deberían contestarlo los demás. En todo caso, detesto la crueldad.<br /><br />_¿Tiene muchos amigos?<br />_Nunca son suficientes, para la necesidad de cariño que tenemos los seres humanos.<br />_¿Qué cualidades busca en sus amigos?<br />_La bondad y la generosidad.<br />_¿Suelen decepcionarle sus amigos?<br />Siempre, en alguna medida, decepcionamos a los demás, y los demás nos decepcionan; sabiendo que la decepción es mutua, resulta menos dolorosa. Pero sé que tengo algunas amigas incondicionales, que pueden comprenderme o aceptarme sin comprenderme.<br />_¿Es usted una persona sincera?<br />Mucho, pero la sinceridad absoluta y completa, en todo momento, haría imposible las relaciones humanas. Sólo al antiguo confesor –modernamente, el psicoanalista- se le puede decir toda la verdad y nada más que la verdad. Somos ambiguos y contradictorios, de modo que la verdad es transitoria. Pero yo necesito una testigo, siempre. Me gusta la confidencialidad, la complicidad.<br />_¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?<br />No distingo claramente entre mi tiempo libre y el ocupado. Quiero decir que cuando paseo, estoy en el cine o en una cafetería, posiblemente estoy trabajando muy seriamente, y cuando estoy escribiendo también. Si la pregunta se refiere a mis aficiones, tengo muchas: casi todos los juegos, salvo el póquer, los paseos, la naturaleza, la conversación con los demás, la biología, la música, el cine, la filatelia, las matemáticas y los museos.<br />_¿Qué le da más miedo?<br />_El miedo.<br />_¿Qué le escandaliza?, si es que hay algo que le escandalice.<br />_Terencio (plagiado, luego, por Goethe): “Nada de lo humano me es ajeno”, de modo que no me escandalizo.<br />_Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?<br />_Se puede ser creativo caminando por un parque, dedicándose a la botánica, al solfeo o a colocar ladrillos. La creatividad es una aptitud, de modo que la hubiera empleado en cualquier cosa.<br />_¿Practica algún tipo de ejercicio físico?<br />_Me encanta caminar, ya sea por las ciudades, por la playa o por un bosque.<br />_¿Sabe cocinar?<br />_Muy poco, pero lo hago, y cuando puedo, lo evito. Pero he cocinado muchas veces<br />como acto de amor.<br />_Si el Reader's Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre "un personaje inolvidable", ¿a quién elegiría?<br />_A Julio Cortázar. No me lo encargó el Reader’s Digest, pero ya lo hice, para la editorial Omega.<br />_¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?<br />_Amor.<br />¿Y la más peligrosa?<br />-Narcisismo.<br />_¿Alguna vez ha querido matar a alguien?<br />Sólo de amor, y era una metáfora.<br />_¿Cuáles son sus tendencias políticas?<br />La justicia, la libertad, la solidaridad, la igualdad y el feminismo.<br />_Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?<br />_Directora de cine.<br />_¿Cuáles son sus vicios principales?<br />He dejado de fumar –con un doloroso sacrificio- y los demás son inconfesables.<br />_¿Y sus virtudes?<br />_La empatía. Me pongo fácilmente en el lugar de los demás.<br />_Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?<br />_Una vez, cuando tenía diez años, estuve a punto de ahogarme, y sentí que morirse podía ser fácil, rápido y poco doloroso. Otra vez, a los cincuenta, también estuve a punto de morirme, y en ese momento de extrema debilidad, lancé una carcajada: evoqué toda mi vida en un instante y me dieron unas ganas locas de reírme, todo carecía de importancia. Tengo la esperanza de que esa se repita: al morir, lanzar una carcajada final. La cercanía de la muerte relativiza todo. Sólo las hormonas –o sea, la juventud- exageran, hacen de la vida una anfractuosidad.<br /><br /><br />T. M.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-65255541842103372882010-11-26T09:12:00.000-08:002010-11-26T09:15:52.584-08:00TRADUCIR, AMARTRADUCIR, AMAR<br /><br /><br /><br />La relación entre un escritor o escritora y el lector o lectora es una relación de seducción. El intermediario de esa seducción es el texto. Yo, como escritora, sé que<br />para atrapar al lector, para invitarlo a empezar o a seguir leyéndome, tengo que sedu<br />cirlo de alguna manera, de lo contrario, ejercerá una autoridad enorme sobre mí: cerrará el libro, no volverá a abrirlo. Un libro no leído no existe, es como si no hubiera sido escrito nunca. ¿Cómo seducir entonces a ese lector o lectora abstractos, cuyo rostro no conozco, cuyos gustos ignoro, del cuál no sé ni su profesión, ni su estado civil, ni siquiera su edad o su opción sexual? Primero, debo imaginarlo. Yo imagino un lector o una lectora inteligentes, cultos, curiosos, con un gran afán de conocimiento, que leen no para entretenerse sino para intentar comprender un poco más; un lector o una lectora valientes, capaces de aceptar las contradicciones, los ángulos oscuros, y siempre, siempre, sensibles a la lengua en la que escribo, dispuestos a disfrutar con la manera de decir las cosas tanto o más que con las cosas que digo. Les aseguro, de entrada, un placer: el placer de la lengua. El otro placer que supongo les puedo dar es el de descubrir o redescubrir algún aspecto de la condición humana cuyo conocimiento –aunque doloroso- le proporcionará el goce de saber. “!Qué lindo, duele!”, exclamó una niñita de tres años la primera vez que se quemó la yema de un dedo con el fuego. En esa frase está toda la ambigüedad del conocimiento: aunque el saber sea doloroso, puede proporcionar un poco de placer. La primera exclamación de la niña, ¡qué lindo!, es la expresión de su placer; la segunda, la comprobación de un dolor. Ambas cosas pueden mezclarse y en efecto se combinan no sólo en el sadomasoquismo inherente a la condición humana, sino en muchas actividades. <br />Yo intento seducir a ese lector o lectora imaginarios desde el título del libro. Soy muy <br />cuidadosa con los títulos, procuro que siempre sean sugestivos. Quizás porque recuerdo que cuando era una adolescente (por tanto, una ignorante) me adentraba en el vasto mundo de las bibliotecas públicas con el único instrumento de los títulos de los libros. Desconocía a la mayoría de los autores que habían escrito millones de libros desde el comienzo de la Historia, y como no existía Internet, tenía que guiarme por los títulos. No sabía quién era Carson McCullers, por ejemplo, pero cuando descubrí en un catálogo que había escrito una novela que se llamaba “La balada del café triste”, lo compré enseguida. Un libro con ese título tan sugestivo tenía que fascinar a una lectora romántica como yo. El título estaba compuesto por palabras llenas de poesía para mí. “Balada” es una bella palabra llena de música y asociada al amor, al canto.<br />En cuanto a las cafeterías eran, y siguen siendo para mí, santuarios del deseo y de la seducción. Y las cafeterías tristes son un símbolo romántico: lugares de encuentros y desencuentros, de soledades, música y pasiones ocultas.<br />Por eso, cuando bautizo uno de mis libros intento que pueda sugerir, más que decir. “El museo de los esfuerzos inútiles” titulé una de mis colecciones de relatos. Me imaginé que el libro podía ser leído por gente con imaginación, con fantasía, dispuestos a saltarse los límites de la realidad. Así fue.<br />Si bien es cierto que cuando el escritor publica un libro desde ese momento el libro deja de pertenecerle y cada lector o lectora leerá su libro, no el que escribió el autor,<br />también es cierto que los escritores soñamos con el lector o la lectora que lea el que realmente escribimos. Y ese lector o lectora suele ser el traductor o la traductora.<br />Los traductores vocaciones, los que traducen por amor al libro y no por dinero, son verdaderos enamorados. El amor no es ciego (afirmación que hizo Sócrates de manera<br />radical: el enamorado es quien conoce mejor el objeto de su amor porque le presta una atención tan exclusiva, tan delicada que llega conocerlo mejor de lo que se conoce a sí mismo) y el traductor penetra (soy consciente de la acepción sexual del término) el texto como quien conquista un territorio, lo exprime, lo explota, lo desmenuza para poseerlo. También es verdad que se enfrentará a un escollo inevitable: aunque haya<br />leído el libro que el autor escribió, se enfrentará a una frustración: no hay traducción, sólo hay versión. Una palabra en una lengua nunca sonará igual en otra, con lo cual se pierde una parte invalorable del texto, que es su sonoridad. Una lengua es música.<br />Y las lenguas tienen diferentes musicalidades. Entre lenguas vecinas, del mismo tronco, como las latinas, es posible perder menos en la traducción, aunque siempre el traductor lamentará no haber podido salvar la musicalidad completa. Es verdad que decir amor es muy parecido a decir “amour”, pero la sonoridad es diferente, más clara en castellano, más oscura en francés. Aún así, reconociendo ese escollo insalvable, esa frustración, reconozco que como no sé griego antiguo, me felicito de que exista una buena traducción de la Ilíada, de Homero, donde pueda leer la metáfora con que la madre de Héctor le suplica que no combata con Aquiles, porque perecerá. En lugar de decirle “hijo mío”, le dice: “querido pimpollo a quien parí”. No sé cómo sonará en griego antiguo, pero me basta con la emoción de la metáfora. Veo el pimpollo, no al hijo. <br />Nadie conoce mejor un texto que quien lo traduce, porque para hacer una buena traducción hay que descubrir la elección que hizo el autor de cada palabra. Yo recuerdo una experiencia muy divertida con Anna Jonas, mi traductora al alemán, hace más de veinte años. Ella es poeta, también, y una experta traductora; lee y habla el castellano perfectamente.<br />Nos conocimos en Berlín, cuando yo disfrutaba de la invitación del DAAD. Yo había titulado un poema “Aquí todavía todo está flotando”, y a las tres de la mañana de mi primera noche en Berlín (Konstanzerstrasse) me despertó para preguntarme de dónde demonios me había sacado yo ese título. La verdad es que se lo había pedido prestado a Max Ernst, uno de mis pintores favoritos, a quien le había tomado en préstamo también el título del libro: Europa después de la lluvia, uno de los cuadros que más me han estremecido en esta vida. “Aquí todavía todo está flotando” era un pequeño dibujo del mismo autor, cuyo título usé en castellano, por no haber encontrado la referencia original. A las tres de la mañana de una invernal noche oscura en Berlín Occiddental, le respondí a Anna Jonas que el título era el de un dibujo poco conocido de Max Ernst. Mostró su escepticismo. Ella conocía muy bien la obra de ese pintor y no tenía ninguna referencia a ese dibujo, yo debía haberme equivocado. La presunción me ofendió, porque si bien soy humana y me equivoco muchísimas veces, recordaba perfectamente el dibujo que durante mucho tiempo colgó de la pared de mi escritorio. “¿Dónde está el dibujo? Enséñamelo”, me conminó Anna Jonas. Le dije que el dibujo colgaba de la pared de mi despacho en Barcelona, no se me había ocurrido viajar con él a Berlín. Colgó el teléfono diciéndome que iba a consultar (no a las tres de la mañana, supuse) a una especialista en la obra de Max Ernst.<br />Me fui a dormir confiando en la especialista en Max Ernst y por la mañana me dediqué a caminar por la Kudamm, que me fascinó, a entrar a las cafeterías berlinesas que me parecieron las más íntimas y acogedoras de este mundo, completamente olvidada del poema, de la traductora y de Max Ernst. Al mediodía, me llamó Anna Jonas. Ahora estaba mucho más amable. Había confirmado que el dibujo existía, ahora bien, ¿el barco al que yo me refería en el poema, flotaba en el agua o flotaba en el espacio?, porque en alemán, había dos verbos distintos según dónde se flotara. Esa revelación me sumió en el asombro. De modo que el alemán era una lengua tan refinada que podía distinguir entre flotar en el agua o flotar en el aire, como flotan los globos. Para mí, las revelaciones del lenguaje son tan importantes como para los primeros cristianos fueron la de los apósteles (los escritores somos los apóstoles de las lenguas). La cuestión era que, precisamente, en mi poema, yo quería mantener la ambigüedad, que no se supiera bien dónde flotaba la nave, si en en agua o en el aire, como ocurría en el dibujo de Max Ernst. Anna Jonas me comprendió, tradujo el poema lo mejor que pudo y supo y a partir de ese momento se estableció entre nosotras tal complicidad, tal armonía que recuerdo una vez, en un festival literario en Berlín, varias televisiones de diferentes países me estaban entrevistando, y yo, luego de dar una conferencia, me encontraba bastante cansada. Además, me hacían preguntas muy importantes que no tenían nada que ver con la literatura, sino<br />con la situación política de mi país de origen, Uruguay, que atravesaba el peor momento de su historia, con una horrible dictadura. Anna Jonas traducía mis respuestas en castellano para las televisiones de Suecia, Holanda, Alemania y otros países. En determinado momento, observando que yo estaba realmente agotada, me dijo en perfecto castellano: “si quieres respondo yo como si fueras tú” y efectivamente, <br />le agradecí que contestara como si realmente hubiera vivido alguna vez en Montevideo, como si conociera la dictadura. ¿Puedo decir que no las conocía? Cada vez que nos encontrábamos -y nos encontrábamos todos los días para dar largos paseos o pasar la tarde en esas hermosas cafeterías que yo adoraba- se había establecido entre nosotras una gran complicidad, ella quería saberlo todo de mí, no sólo aquello que había escrito y yo hablaba como si se tratara de mi doble, mi espejo. Como hacen muchas veces los traductores, al poco tiempo Anna Jonas se fue a conocer Montevideo, las cafeterías de las que yo le había hablado, las avenidas y las librerías que yo evocaba con nostalgia en época de exilio. Y podía responder por mí cualquier pregunta sobre el país.<br />La relación entre el traductor o la traductora y el escritor o la escritora es una relación amorosa, de seducción. Del mismo modo que es inevitable que surja un vínculo<br />erótico entre la modelo y el pintor (entre el modelo y el pintor) la relación que se establece entre traducido y traductor desborda la tarea profesional y se adentra en lo subjetivo, en lo amoroso, en el espejo. El traductor suele absorber el mundo imaginario de su traducido y muchas veces éste se siente invadido, aunque para mí, la emoción de sentirme invadida es estimulante, me gusta mucho compartir y no tengo miedo a perder lo que deseo dar. <br />Nadie puede halagar más el narcisismo de un escritor que su traductor o traductora que respeta enormemente la obra a la vez que la disecciona, la desmenuza para descubrir porqué empleó esa palabra y no otra. Hay un momento de fusión entre ambas personalidades que tiene muchas de las características del enamoramiento apasionado. <br />Pero el traductor no es ni debe ser sumiso. El escritor, tampoco. <br />En un breve diario que llevé durante tiempo, escribí lo siguiente: “Entre las peleas de enamorados, que revitalizan siempre a Eros, las que prefiero son las peleas por palabras que surgen entre quien me traduce y yo. Discutir con A. o con B. acerca de<br />si la palabra advenediza suena mejor en castellano que en francés o intentar explicar porqué prefiero vulva a sexo me enardece, me hace gozar y es una forma de conocernos mejor… y de amarnos más.”<br />Sin embargo, hay un momento peligroso en la relación íntima entre el escritor o la escritora y su traductor o traductora. Es cuando el traductor o la traductora se sienten los autores del texto, los creadores. Como traducir es poseer, dominar, a veces puede ocurrir que el traductor o la traductora crean ser los dueños de la obra. Es un pecado de vanidad que hay que cortar de raíz. Ni yo, la autora, soy la autora del texto<br />(en la medida en que tengo infinitas deudas con la realidad, con los demás escritores del pasado o del presente) ni el traductor o la traductora son los dueños del texto al haberlo traducido. Es verdad que mi libro Solitario de amor no existía en alemán hasta que alguien lo tradujo, pero ni yo, la autora, soy completamente responsable del libro, ni lo es mi traductora. Quizás la versión alemana sea nuestra hija en común, pero en todo caso, se trata de una complicidad, no de una autoría.<br />Debo decir que esa complicidad que se establece entre yo como autora y quien me traduce es de los sentimientos más agradables y placenteros que he experimentado en la vida. Y me entrego a él sin límites, sin guardar nada para mí. En realidad, yo también redescubro el texto en la medida en que alguien lo traduce; descubro aquello que mientras escribía venía del inconsciente y que al traducirlo, aparece en el ámbito de la conciencia. Es la única oportunidad que me doy de recordar aquello que escribí, poque estoy convencida de que para seguir escribiendo, hay que olvidar lo escrito. (En un programa de radio, hace un par de años, la locutora, en medio de la entrevista, leyó un poema y me invitó a descubrir quién lo había escrito. Del otro lado de la cabina, le hice gestos desesperados de ignorancia: yo no sabía de quién era el poema, aunque me parecía muy bueno. Ella, sin dejar de leer, me señaló firmemente con el dedo índice: yo era la autora. Me reí silenciosamente. Es verdad que había publicado ese poema hacía más de veinte años, pero formaba parte de mi desmemoria voluntaria de lo escrito, estrategia para seguir escribiendo.)<br />Y por fin, como toda relación amorosa, está el tercero incluido: el traductor suele traducir también pensando en alguien a quien ama, a quien le gustaría dedicar su traducción. En mi libro Playstation narré, en forma de poema, la experiencia más hermosa que tuve con un traductor. Fue un traductor espontáneo, un joven y guapo ingeniero forestal que trabajaba repoblando de encinas un bosque quemado en Catalunya. Por azar leyó mi novela Solitario de amor y se enamoró del libro. Como estaba también enamorado de una mujer, en París, que hasta ese momento había sido indiferente, y creyó encontrar en las páginas de mi libro los sentimientos y las emociones que él experimentaba hacia ella, comenzó a traducirle mi libro al francés por las noches, cuando la visitaba. La mujer se hizo cada vez más sensible al amor de mi traductor y un día comenzó a grabar el texto en francés. Él me lo envió, confesándome que no era un traductor profesional, sino un hombre enamorado, y a mí me gustó tanto su versión de mi novela que logré que la editorial francesa la publicara.<br />No pude menos que evocar el pasaje de La Divina Comedia, de Dante, cuando Francesca, condenada por sus amores adúlteros con Paolo a peregrinar siempre por el círculo de los lujuriosos, le narra al poeta cómo se enamoraron. Cuenta Francesca que una tarde Paolo –su cuñado- le leía en voz baja los amores del caballero Lancelote por la reina Ginebra (amores adúlteros), y cuando llegó al pasaje en que besa los labios de la reina, “éste, que nunca se separa de mí, besó los míos. // Esa tarde, no leímos más”, concluye delicadamente Francesca. <br />La cadena era inevitable: Paolo seduce a Francesca a través del texto de los amores de Lancelote y la reina Ginebra, del mismo modo que mi traducotr enamoró a su amada leyéndole mi novela Solitario de amor. Yo pude disfrutar de esta relación especular más que mi traductor, que no conocía el texto de Dante ni la leyenda de Lancelote del lago. <br />Quizás el amor no es en definitiva tan solitario, mientras existan textos para traducir:<br />son espejos. Y si a veces nos traicionan (1) también es verdad que nos revelan.<br /><br />1) Octavio Paz, poeta y traductor, fue quien estableció el paralelismo: traducir-traicionar. Llamaba a sus traducciones “versiones”, porque concedía al traductor la facultad de modificar los textos. En verdad, hay traducciones que mejoran los originales y otras, lamentablemente, los empeoran.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-64153788969524868522010-07-30T00:24:00.000-07:002010-07-30T00:27:32.575-07:00NI DEMASIADO GRANDES NI DEMASIADO PEQJUEÑASAsí tienen que ser las piedras para lapidar a Sakineh Ashtiani, 43 años, viuda, acusada de mantener relaciones sexuales extramatrimoniales en Irán, cuyas sabias leyes dicen que el testimonio de un hombre vale más que el de cuatro mujeres. Las supuestas relaciones las mantuvo nueve años después de quedar viuda. Ella las niega y dice que fueron arrancadas bajo tortura; los noventa y nueve latigazos ya los recibió. (Haga la prueba: coja un cinto e intente darse 99 latigazos en la espalda, le faltará lugar, tendrá que golpear muchas veces en la piel ya amoratada.) El Código Penal iraní, modificado en 1983 luego de la revolución islámica, tiene la delicadeza de especificar cómo han de ser las piedras con las que golpear hasta morir a una mujer, previamente enterrada hasta el cuello: ni demasiado grandes como para favorecer una muerte inmediata, ni demasiado pequeñas como para inferir sólo heridas superficiales. Una tortura lenta. Todo un arte este de la lapidación. Esta sofisticada pena de muerte rige en Irán, Indonesia, Afganistán y Somalia que tienen representantes en la ONU. Pero los países que integran este organismo no han considerado la posibilidad de una presión internacional para salvar a Sakineh (en Afganistán se han descubierto unas importantes reservas de litio, material imprescindible para los cacharros tecnológicos). Si supimos algo fue a través del esfuerzo de un abogado iraní, Mohammad Mostafel, que ha difundido en la prensa y en Internet la injusticia y ha pedido clemencia. Amnistía Internacional ha recogido firmas pidiendo que no se aplique la pena. Por el momento está suspendida (no sé si están buscando las piedras del tamaño apropiado) por la solidaridad del espacio virtual, pero nadie sabe si es sólo una suspensión temporal o están esperando que amaine para lapidarla en secreto y en silencio, mientras los gobiernos suscriben sus tratados y se llenan la boca hablando de relativismo cultural. ¿Qué es esto del relativismo cultural? ¿Debemos considerar la lapidación como una manifestación cultural de algunos pueblos o religiones? ¿Debemos considerar la prostitución como una manifestación cultual del patriarcado? Los derechos humanos existen y son universales. Es un principio que han suscrito la mayor parte de los gobiernos. Y están por encima de cualquier manifestación cultural, religiosa o de una tradición. ¿O la esclavitud es una manifestación tradicional de los blancos sobre los negros y por eso no había que erradicarla? <br />Creo que lo del relativismo cultural es el refugio que han encontrado las costumbres bárbaras, las tradiciones más conservadoras y la supremacía del macho sobre las mujeres. Queda feo defender esos privilegios en nombre de la superioridad, ahora se hace en nombre del relativismo cultural. Si quiere ayudar a Sakineh y a su abogado, firme el manifiesto que encontrará en Amnistía Internacional o en http://misisionfreeiran.org/201d0/07/16/list-stoning-victims/<br /><br /><strong></strong><strong></strong>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-14880041629332512282010-07-13T23:52:00.000-07:002010-07-13T23:54:31.930-07:00Una mujer independienteUna escritora independiente<br /><br /><br />Me despierto a las siete de una mañana invernal; todavía está oscuro y hace frío en la habitación, de modo que oprimo el conmutador, y enciendo la luz: primera dependencia, de la compañía energética que la suministra. Es la misma que me permite encender la estufa eléctrica. Voy a la cocina. Enciendo el gas para prepararme el desayuno; qué bueno, soy una mujer independiente que depende del gas. Después, voy al baño, abro el grifo de la ducha. Una ducha bien calentita, mujer independiente: dependes de la compañía que suministra el agua. Bajo a hacer las compras. El mercado está abierto: la mujer independiente depende del panadero, que hace el pan, del horticultor, que plantó y recogió tomates, del pescador que salió al mar y de los camiones que distribuyen la fruta. Compro el diario. Sin impresoras, no habría diarios. Y si hay diarios, mujer independiente, es porque hay árboles que talar. En total, creo que he gastado quince euros. ¿De dónde han salido los quince euros de la mujer independiente? De la última lectura que hice de mis poemas, en un palacio hoy convertido en museo: me ha pagado una subvención del Ministerio de Cultura, o sea, los ciudadanos y ciudadanas de este país. Poesía a cambio de luz eléctrica, tomates y agua corriente: sin lectores, no hay poesía.<br />Vuelvo a mi casa. El ascensor está roto. Debo de subir hasta el décimo, por la escalera que diseñó un innominado constructor; pero tengo un nervio pinzado, por tanto, no puedo subir: dependo de mi cuerpo. Y mi cuerpo, a veces, se rebela. No puedo subir ni bajar y no arreglarán el ascensor hasta el lunes, porque es viernes al mediodía.<br />Llamo a una amiga porque yo tengo móvil y ella también. Le pido permiso para ir hasta su casa, porque no puedo subir hasta la mía. Me contesta que lo siente, pero en este momento está a punto de irse de fin de semana al pueblo.<br />Me voy al hotel de la esquina. Por suerte, tengo tarjeta de crédito y carné de identidad.<br />Cuando entro a la habitación, puedo elegir entre meterme en la cama o mirar la televisión. Y si miro la televisión, tengo la independencia como para elegir un canal u otro.<br /><br /><br />(A proóstio de Las independencias, en La estafeta del viento, Madrid,Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-81158200888703007762010-06-28T00:21:00.001-07:002010-06-28T00:22:59.342-07:00Homosexualidad y curanderismo<br />Ha llegado a oídos de la consellera de Sanitat, Marina Geli, que hay clínicas privadas<br />y psiquiatras que lucran con supuestas “curas” de la homosexualidad, y con toda la<br />razón del mundo, se ha propuesto investigar cuáles son esos “tratamientos”. Porque<br />difícilmente se puede curar algo que no es una enfermedad y desde el siglo pasado<br />la comunidad científica ha descartado que lo sea.<br />Yo le puedo informar que hace muchos años en la otrora clínica Tibidabo,<br />se aplicaba tratamientos de choque eléctrico a aquellos hombres que pretendían modificar su comportamiento sexual adaptándolo a la norma. Y curiosamente, quien practicaba tan inhumano tratamiento… era un gay asumido, que vivía públicamente con su pareja y no tenía el menor interés en dejar de serlo, sino que gozaba con él. Cuando le reproché el “tratamiento” que le dispensaba a aquellos incautos, me dijo que lo hacía a demanda y que el comportamiento homosexual afectabmuchas veces las condiciones laborales, la vida social y familiar de las personas. De acuerdo. Completamente de acuerdo: durante muchos siglos, hemos vivido bajo la represión de las conductas homosexuales. Pero también, durante siglos, hemos luchado por erradicar la homofobia, y en la actualidad, disponemos de muchos recursos para proteger y amparar a quienes son perseguidos o excluidos por su actividad sexual. Los homosexuales disfrutan en este momento de igualdad con los heterosexuales, tanto legal como social, pues si sufren alguna persecución homófoba, pueden denunciarla. Y en todo caso, vuelvo a decir algo que le dije entonces a ese hipócrita psiquiatra que electrochocaba a sus pacientes, les cobraba un pastón, mientras él gozaba plenamente de su condición de gay: quien tiene que cambiar es la sociedad, no el homosexual. Un psiquiatra debe ayudar al homosexual a aceptarsea sí mismo, a vivir con libertad y alegría su condición, a no sentirse discriminado, y si lo es, a denunciar la discriminación<br />Parece que Josep Antoni Duran Lleida también está de acuerdo con los psiquiatras que se forran prometiendo una “cura” a la homosexualidad, aunque no explica cuál es la terapia científica, efectiva y contrastada para hacerlo. ¿Le gustaría que un hijo o una hija<br />suya recibieran una serie de electroshocks o le irradiaran golpes eléctricos mientras les<br />proyectan escenas homosexuales? Pavlov estaría contento, seguramente, pero ha sido superado hace muchos años. Y Pavlov lo hacía con perros, no con humanos.<br />Lo ayuda que debe hacer un psiquiatra ante un homosexual es ayudarlo a aceptarse, a luchar para ser quien es sin sentirse perseguido ni humillado y contribuir desde su profesión y su humanidad a que no exista ninguna discriminación social, laboral o familiar ni por el color de la piel, ni por el credo religioso, ni por la ideología<br />política ni por la tendencia sexual. El inconveniente es que quizás con esta actividad<br />no se forra. Desde aquí invito a Marina Geli a investigar a todos esos profesionales curanderos de enfermedades inexistentes. No han salido de la etapa de cromagnones,<br />pero ganan mucho dinero con los prejuicios y la represión social.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-35934901578479952902010-06-28T00:21:00.000-07:002010-06-28T00:22:58.960-07:00Homosexualidad y curanderismo<br />Ha llegado a oídos de la consellera de Sanitat, Marina Geli, que hay clínicas privadas<br />y psiquiatras que lucran con supuestas “curas” de la homosexualidad, y con toda la<br />razón del mundo, se ha propuesto investigar cuáles son esos “tratamientos”. Porque<br />difícilmente se puede curar algo que no es una enfermedad y desde el siglo pasado<br />la comunidad científica ha descartado que lo sea.<br />Yo le puedo informar que hace muchos años en la otrora clínica Tibidabo,<br />se aplicaba tratamientos de choque eléctrico a aquellos hombres que pretendían modificar su comportamiento sexual adaptándolo a la norma. Y curiosamente, quien practicaba tan inhumano tratamiento… era un gay asumido, que vivía públicamente con su pareja y no tenía el menor interés en dejar de serlo, sino que gozaba con él. Cuando le reproché el “tratamiento” que le dispensaba a aquellos incautos, me dijo que lo hacía a demanda y que el comportamiento homosexual afectabmuchas veces las condiciones laborales, la vida social y familiar de las personas. De acuerdo. Completamente de acuerdo: durante muchos siglos, hemos vivido bajo la represión de las conductas homosexuales. Pero también, durante siglos, hemos luchado por erradicar la homofobia, y en la actualidad, disponemos de muchos recursos para proteger y amparar a quienes son perseguidos o excluidos por su actividad sexual. Los homosexuales disfrutan en este momento de igualdad con los heterosexuales, tanto legal como social, pues si sufren alguna persecución homófoba, pueden denunciarla. Y en todo caso, vuelvo a decir algo que le dije entonces a ese hipócrita psiquiatra que electrochocaba a sus pacientes, les cobraba un pastón, mientras él gozaba plenamente de su condición de gay: quien tiene que cambiar es la sociedad, no el homosexual. Un psiquiatra debe ayudar al homosexual a aceptarsea sí mismo, a vivir con libertad y alegría su condición, a no sentirse discriminado, y si lo es, a denunciar la discriminación<br />Parece que Josep Antoni Duran Lleida también está de acuerdo con los psiquiatras que se forran prometiendo una “cura” a la homosexualidad, aunque no explica cuál es la terapia científica, efectiva y contrastada para hacerlo. ¿Le gustaría que un hijo o una hija<br />suya recibieran una serie de electroshocks o le irradiaran golpes eléctricos mientras les<br />proyectan escenas homosexuales? Pavlov estaría contento, seguramente, pero ha sido superado hace muchos años. Y Pavlov lo hacía con perros, no con humanos.<br />Lo ayuda que debe hacer un psiquiatra ante un homosexual es ayudarlo a aceptarse, a luchar para ser quien es sin sentirse perseguido ni humillado y contribuir desde su profesión y su humanidad a que no exista ninguna discriminación social, laboral o familiar ni por el color de la piel, ni por el credo religioso, ni por la ideología<br />política ni por la tendencia sexual. El inconveniente es que quizás con esta actividad<br />no se forra. Desde aquí invito a Marina Geli a investigar a todos esos profesionales curanderos de enfermedades inexistentes. No han salido de la etapa de cromagnones,<br />pero ganan mucho dinero con los prejuicios y la represión social.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-44639599627141678582010-06-15T10:01:00.000-07:002010-06-15T10:05:39.855-07:00Discurso de los políticosDiscursos de los políticos<br /><br />Por el momento, la única propuesta política que me<br />ha interesado es la de reducir el gasto electoral, en<br />cualquiera de las elecciones, no sólo en la próxima. No necesitamos ver los rostros de los los candidatos, ni escuchar sus discursos. Y si usted tiene, como yo, ganas de reírse un rato, ante la crisis general y la torpeza de nuestros representantes, dedíquese a componer discursos políticos, el fin de semana. Le propongo el siguiente método: cuatro columnas con diferentes frases. Usted puede combinar en cualquier orden una de cada grupo, y elaborará un discurso pomposo y altisonante. En la primera columna, algunas de las frases son: <strong>queridos compañeros. nuevas proposiciones. Del sistema de formación de cuadros que corresponda a las necesidades. De las condiciones de las actividades apropiadas. Del sistema de participación general. De las formas de creación. Elimine los puntos que he tenido que colocar, y obtendrá pensamientos tan profundos como éste: El afán de organización, pero sobretodo, el desarrollo continuo de las queridos compañeros. Asimismo. Sin embargo no hemos de olvidar que. La práctica cotidiana prueba que. El afán de organización, pero, sobre todo. Incluso, bien pudiéramos atrevernos a sugerir que. En la segunda columna, las frases son: la realización de las premisas del programa. La complejidad de los estudios de los dirigentes. El desarrollo continuo de distintas formas de. El reforzamiento y desarrollo de la actividad. El inicio de la acción de los hechos. En la tercera, elija una de estas: nos obliga a una exhaustivo análisis. Cumple un rol esencial en la formación. Exige la precisión y la determinación. Ayuda a la preparación y a la realización. Facilita la creación. Obstaculiza la apreciación de la importancia. Y en la cuarta, puede elegir: de las directivas de desarrollo para el futuro. De las distintas formas nos obliga a un exhaustivo análisis. O: Queridos compañeros, la complejidad del estudio de los dirigentes ayuda a la preparación de las formas de creación. O: Asimismo, la realización de las premisas las nuevas del programa cumple un rol esencial en la formación de proposiciones.</strong> Me sigue? Bonito, ¿verdad? Hay muchísimas más. Yo he seleccionado sólo cinco o seis de un modelo de treinta. Ahora que sabemos cómo escribir discursos políticos grandilocuentes y genéricos, ahorrémonos el dinero de las campañas electorales y no toquemos ni las pensiones ni las ayudas a los dependientes: es una vergüenza rascar de donde no hay. Prueba de la infinita imaginación y valentía de nuestros dirigentes políticos. Última observación: este método no es nuevo. Fue elaborado durante <strong>otra</strong> crisis, en los años setenta. No ha cambiado una sola de las frases. Feliz fin de semana.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-11806655609080650552010-05-23T11:38:00.001-07:002010-05-23T11:38:50.030-07:00el espacio de la escrituraEl espacio de la escritura<br /><br />Cristina Peri Rossi<br /><br />Si mi casa es la escritura, como declaré en el primer poema de Habitación de hotel<br />(Plaza y Janés, 2006) ¿qué clase de casa es? Siempre es una casa con una ventana<br />al exterior, por donde yo pueda alargar la mirada, perderla, mirar sin ver, mientras el<br />texto fluye, desde el interior hacia afuera. Escribo, pues, en un rincón de la casa desde<br />el cual pueda ver una ventana.<br />El lugar no tiene que ser muy aparatoso. Quiero decir: si tuviera un despacho elegante,<br />amplio, con magníficas vistas, y lleno de comodidades, posiblemente me inhibiría.<br />Tengo que sentir que escribir no es una tarea que necesite mucha sofisticación, ni<br />muchos afeites: lo importante es lo que se escribe, no cómo ni dónde ni con qué.<br />Por ejemplo: sé que no puedo escribir en cuadernos muy delicados, caros, lujosos:<br />me inhibo. Si el papel o la encuadernación son muy finos, me pesa demasiado el<br />soporte de la escritura, atrae mi atención. En cambio, una vez encontré unas alargadas<br />libretas negras, de un tamaño medio, ni grandes, ni chicas, con papel en blanco, y<br />compré casi todo el stock de la papelería: me di cuenta enseguida de que tenía el tamaño,<br />el color y la forma adecuadas para escribir a mano.<br />Un espacio con una ventana. Es lo imprescindible. No tengo manías: el espacio puede<br />ser pequeño y también compartido, siempre y cuando la persona con quien lo comparta<br />no escuche música.<br />Cuando era joven, podía escribir con música –clásica-, pero luego, comenzó a molestarme.<br />En cambio, si hay gente a mi alrededor, pueden conversar, alto o bajo, me da lo mismo:<br />me concentro con gran facilidad. Creo que eso es lo que me caracteriza: la gran capacidad<br />de concentración; entro y salgo del texto que estoy escribiendo –poema, cuento, fragmento de<br />novela- con facilidad, sin temer las interrupciones. Agradezco incluso que me hablen, que<br />me pregunten si hay mantequilla, si llevé el pantalón o la blusa a la tintorería: entre la realidad<br />exterior y mi realidad interior hay tal línea de separación (muro) que no interfieren, no se molestan.<br />Pero cuando doy la escritura por terminada (no escribo todos los días) me gusta mucho que haya<br />alguien a mi lado para devolverme a la realidad, de lo contrario, aunque haya cesado de escribir<br />físicamente, corro el riesgo de seguir escribiendo interiormente y que se establezca entonces<br />una dualidad: el cuerpo en un parte, la mente en otra.<br />No siento ninguna clase de angustia frente a la hoja en blanco, por la sencilla razón de que<br />nunca me siento a escribir sin ganas de escribir. No tengo que buscar ni la frase, ni el verso,<br />ni la escena: escribo cuando tengo la frase, el verso, la escena.<br />Diferencio clarísimamente entre la escritura física –el momento en que me siento ante el ordenador<br />o el papel- y la escritura interior, que es casi continua. Y no coinciden. Olvido muchísimas cosas<br />que pensaba escribir, las abandono. Sé que las importantes volverán, retornarán. Tampoco fuerzo<br />la escritura. Puedo tener un tema que me parece digno de ser escrito, pero hasta que no resuelvo<br />interiormente el ángulo del narrador o del poeta y la emoción que quiero causar, no escribo. Por tanto, el papel en blanco para mí, no existe.<br />No tomo notas. Sé que lo importante volverá. Confío muchísimo en el inconsciente: ese es el espacio<br />Interior de la escritura. El espacio exterior tiene menor importancia para mí.<br />Sólo dos manías: detesto que mientras estoy escribiendo frente al ordenador alguien se acerque<br />para mirar por encima de mi hombro y no me gusta tampoco que alguien lea lo que está escrito<br />antes de que yo lo considere terminado. Odio la pregunta: ¿y ahora qué va a pasar? En primer<br />lugar, porque yo no sé qué es lo que va a pasar: escribo para saberlo. Si lo supiera, no lo escribiría.<br />Escirbir para mí es descubrir la única manera en que las cosas tienen sentido, un sentido, por lo menos. De modo que si lo supiera desde antes, ya habría dejado de interesarme.<br />Tuve una época (alrededor de los 38-40 años) en que me gustaba escribir vestida completamente de<br />blanco, uno de mis colores favoritos. Blusa o camisa blanca, pantalón blanco y zapatos blancos.<br />Me sentía muy cómoda de esa manera. Pero esa manía la abandoné al cabo de tres o cuatro años.<br />En la época de las máquinas de escribir manuales, solía tener tres. Alguna vez, he escrito simultáneamente en las tres. En una, un relato. En las otras, dos relatos diferentes. Saltaba de una a otra según el proceso interior. Y de pronto, me ponía de pie, me olvidaba por completo de lo que estaba escribiendo y me iba a la cocina, a preparar una tarta de fresas, con jalea incluida. Recuerdo que una vez, mi compañera de piso leyó lo que estaba escrito en las tres máquinas diferentes y me preguntó: ¿Y cómo siguen? Yo, que estaba en plena tarea de repostería, le dije la verdad: “ No lo sé. Pero mientras<br />cocino, sé que no sólo estoy cocinando la tarta de fresas: cuando termine de cocinar, sabré cómo siguen, sin haber<br />pensado explícitamente en eso. Confío en el pensamiento sin palabras, en el oculto.”Y así fue.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-59403069569960610272010-05-19T13:38:00.000-07:002010-05-19T13:41:32.608-07:00EL BARCO DE LOS LIBROS<div align="justify">Cristina Peri Rossi<br /><br /><br />Antoni Comas, presidente del Gremi de Editors de Catalunya, presentó hace unos días Una nave de libros para Barcelona: un crucero que traerá desde Roma a más de mil pasajeros, la mayoría turistas y algunos escritores italianos, a celebrar el día de Sant Jordi.<br />La idea me parece buena: no sólo del Estadio del Barcelona debería vivir el turismo.<br />Un barco cargado de lectores me trajo a la memoria un barco cargado de libros que conocí en mi juventud, en Montevideo. Los grandes transatlánticos de entonces eran ciudades en miniatura. En el que yo me exilé, de línea italiana, había capilla, sala de juegos, sala de cine, y una pequeña biblioteca. Pero el que recuerdo es un barco fascinante: el Cormorán y Delfín.<br />Era de la marina mercante, y su capitán, el poeta argentino Ariel Canzani había instalado una gran biblioteca especialmente dedicada a poesía. Recorría los mares anclando en puertos lejanos entre sí, Buenos Aires, Norfolk, Lisboa, Génova donde se entrevistaba con poetas y luego, traducía y publicaba esta red de poesía en la revista del mismo nombre que editaba con esmero. Una revista única en su época, en lengua castellana: universal, moderna, con poesía inédita de todas partes del mundo.<br />Yo lo conocí en 1969, cuando la revista ya llevaba varios años y subí al barco, a contemplar aquella biblioteca marina, a convesar, fumar y beber con aquellos oficiales versados en poesía que recitaban a Walt Whitman, a Allen Ginsberg, al prohibido García Lorca o a Baudelaire con emoción y orgullo.<br />Un barco cargado de poesía… El Cormorán y Delfín zarpaba en largas travesías y cuando volvía, en su bodega había mercancías y muchos poemas inéditos para traducir.<br />Creo que publiqué mi primeros poemas en esa revista.<br />La imagen me fascinaba: una nave llena de letras. Sólo un par de números (de portada amarilla y letras negras) creo que sobrevivieron a mi exilio.<br />(Las bibliotecas suelen extraviarse en las penalidades de esta otra travesía.)<br />Muchas veces me pregunté qué habría sido de este chispeante capitán poeta, que tenía, además de barba, una conciencia social acusada. Era un hombre de izquierdas y creía que la poseía no era un objeto de culto, solamente, sino un instrumento de conciencia.<br />Había nacido en 1928, e imaginé que la siniestra dictadura argentina podía haber acabado con su vida y su barco de poesía. Hoy, en Internet, encontré la fecha de su muerte (1983) y un sencillo homenaje, que reproduce uno de sus poemas. La revista parece que sigue editándose, porque uno de los oficiales<br />se contagió. El virus de la poesía recorre las aguas otra vez. </div>Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-22805350494732444822010-03-10T09:30:00.001-08:002010-03-10T09:30:50.909-08:00TRADUCIR, AMAR<br /><br /><br /><br />La relación entre un escritor o escritora y el lector o lectora es una relación de seducción. El intermediario de esa seducción es el texto. Yo, como escritora, sé que<br />para atrapar al lector, para invitarlo a empezar o a seguir leyéndome, tengo que sedu<br />cirlo de alguna manera, de lo contrario, ejercerá una autoridad enorme sobre mí: cerrará el libro, no volverá a abrirlo. Un libro no leído no existe, es como si no hubiera sido escrito nunca. ¿Cómo seducir entonces a ese lector o lectora abstractos, cuyo rostro no conozco, cuyos gustos ignoro, del cuál no sé ni su profesión, ni su estado civil, ni siquiera su edad o su opción sexual? Primero, debo imaginarlo. Yo imagino un lector o una lectora inteligentes, cultos, curiosos, con un gran afán de conocimiento, que leen no para entretenerse sino para intentar comprender un poco más; un lector o una lectora valientes, capaces de aceptar las contradicciones, los ángulos oscuros, y siempre, siempre, sensibles a la lengua en la que escribo, dispuestos a disfrutar con la manera de decir las cosas tanto o más que con las cosas que digo. Les aseguro, de entrada, un placer: el placer de la lengua. El otro placer que supongo les puedo dar es el de descubrir o redescubrir algún aspecto de la condición humana cuyo conocimiento –aunque doloroso- le proporcionará el goce de saber. “!Qué lindo, duele!”, exclamó una niñita de tres años la primera vez que se quemó la yema de un dedo con el fuego. En esa frase está toda la ambigüedad del conocimiento: aunque el saber sea doloroso, puede proporcionar un poco de placer. La primera exclamación de la niña, ¡qué lindo!, es la expresión de su placer; la segunda, la comprobación de un dolor. Ambas cosas pueden mezclarse y en efecto se combinan no sólo en el sadomasoquismo inherente a la condición humana, sino en muchas actividades. <br />Yo intento seducir a ese lector o lectora imaginarios desde el título del libro. Soy muy<br />cuidadosa con los títulos, procuro que siempre sean sugestivos. Quizás porque recuerdo que cuando era una adolescente (por tanto, una ignorante) me adentraba en el vasto mundo de las bibliotecas públicas con el único instrumento de los títulos de los libros. Desconocía a la mayoría de los autores que habían escrito millones de libros desde el comienzo de la Historia, y como no existía Internet, tenía que guiarme por los títulos. No sabía quién era Carson McCullers, por ejemplo, pero cuando descubrí en un catálogo que había escrito una novela que se llamaba “La balada del café triste”, lo compré enseguida. Un libro con ese título tan sugestivo tenía que fascinar a una lectora romántica como yo. El título estaba compuesto por palabras llenas de poesía para mí. “Balada” es una bella palabra llena de música y asociada al amor, al canto.<br />En cuanto a las cafeterías eran, y siguen siendo para mí, santuarios del deseo y de la seducción. Y las cafeterías tristes son un símbolo romántico: lugares de encuentros y desencuentros, de soledades, música y pasiones ocultas.<br />Por eso, cuando bautizo uno de mis libros intento que pueda sugerir, más que decir. “El museo de los esfuerzos inútiles” titulé una de mis colecciones de relatos. Me imaginé que el libro podía ser leído por gente con imaginación, con fantasía, dispuestos a saltarse los límites de la realidad. Así fue.<br />Si bien es cierto que cuando el escritor publica un libro desde ese momento el libro deja de pertenecerle y cada lector o lectora leerá su libro, no el que escribió el autor,<br />también es cierto que los escritores soñamos con el lector o la lectora que lea el que realmente escribimos. Y ese lector o lectora suele ser el traductor o la traductora.<br />Los traductores vocaciones, los que traducen por amor al libro y no por dinero, son verdaderos enamorados. El amor no es ciego (afirmación que hizo Sócrates de manera<br />radical: el enamorado es quien conoce mejor el objeto de su amor porque le presta una atención tan exclusiva, tan delicada que llega conocerlo mejor de lo que se conoce a sí mismo) y el traductor penetra (soy consciente de la acepción sexual del término) el texto como quien conquista un territorio, lo exprime, lo explota, lo desmenuza para poseerlo. También es verdad que se enfrentará a un escollo inevitable: aunque haya<br />leído el libro que el autor escribió, se enfrentará a una frustración: no hay traducción, sólo hay versión. Una palabra en una lengua nunca sonará igual en otra, con lo cual se pierde una parte invalorable del texto, que es su sonoridad. Una lengua es música.<br />Y las lenguas tienen diferentes musicalidades. Entre lenguas vecinas, del mismo tronco, como las latinas, es posible perder menos en la traducción, aunque siempre el traductor lamentará no haber podido salvar la musicalidad completa. Es verdad que decir amor es muy parecido a decir “amour”, pero la sonoridad es diferente, más clara en castellano, más oscura en francés. Aún así, reconociendo ese escollo insalvable, esa frustración, reconozco que como no sé griego antiguo, me felicito de que exista una buena traducción de la Ilíada, de Homero, donde pueda leer la metáfora con que la madre de Héctor le suplica que no combata con Aquiles, porque perecerá. En lugar de decirle “hijo mío”, le dice: “querido pimpollo a quien parí”. No sé cómo sonará en griego antiguo, pero me basta con la emoción de la metáfora. Veo el pimpollo, no al hijo.<br />Nadie conoce mejor un texto que quien lo traduce, porque para hacer una buena traducción hay que descubrir la elección que hizo el autor de cada palabra. Yo recuerdo una experiencia muy divertida con Anna Jonas, mi traductora al alemán, hace más de veinte años. Ella es poeta, también, y una experta traductora; lee y habla el castellano perfectamente.<br />Nos conocimos en Berlín, cuando yo disfrutaba de la invitación del DAAD. Yo había titulado un poema “Aquí todavía todo está flotando”, y a las tres de la mañana de mi primera noche en Berlín (Konstanzerstrasse) me despertó para preguntarme de dónde demonios me había sacado yo ese título. La verdad es que se lo había pedido prestado a Max Ernst, uno de mis pintores favoritos, a quien le había tomado en préstamo también el título del libro: Europa después de la lluvia, uno de los cuadros que más me han estremecido en esta vida. “Aquí todavía todo está flotando” era un pequeño dibujo del mismo autor, cuyo título usé en castellano, por no haber encontrado la referencia original. A las tres de la mañana de una invernal noche oscura en Berlín Occiddental, le respondí a Anna Jonas que el título era el de un dibujo poco conocido de Max Ernst. Mostró su escepticismo. Ella conocía muy bien la obra de ese pintor y no tenía ninguna referencia a ese dibujo, yo debía haberme equivocado. La presunción me ofendió, porque si bien soy humana y me equivoco muchísimas veces, recordaba perfectamente el dibujo que durante mucho tiempo colgó de la pared de mi escritorio. “¿Dónde está el dibujo? Enséñamelo”, me conminó Anna Jonas. Le dije que el dibujo colgaba de la pared de mi despacho en Barcelona, no se me había ocurrido viajar con él a Berlín. Colgó el teléfono diciéndome que iba a consultar (no a las tres de la mañana, supuse) a una especialista en la obra de Max Ernst.<br />Me fui a dormir confiando en la especialista en Max Ernst y por la mañana me dediqué a caminar por la Kudamm, que me fascinó, a entrar a las cafeterías berlinesas que me parecieron las más íntimas y acogedoras de este mundo, completamente olvidada del poema, de la traductora y de Max Ernst. Al mediodía, me llamó Anna Jonas. Ahora estaba mucho más amable. Había confirmado que el dibujo existía, ahora bien, ¿el barco al que yo me refería en el poema, flotaba en el agua o flotaba en el espacio?, porque en alemán, había dos verbos distintos según dónde se flotara. Esa revelación me sumió en el asombro. De modo que el alemán era una lengua tan refinada que podía distinguir entre flotar en el agua o flotar en el aire, como flotan los globos. Para mí, las revelaciones del lenguaje son tan importantes como para los primeros cristianos fueron la de los apósteles (los escritores somos los apóstoles de las lenguas). La cuestión era que, precisamente, en mi poema, yo quería mantener la ambigüedad, que no se supiera bien dónde flotaba la nave, si en en agua o en el aire, como ocurría en el dibujo de Max Ernst. Anna Jonas me comprendió, tradujo el poema lo mejor que pudo y supo y a partir de ese momento se estableció entre nosotras tal complicidad, tal armonía que recuerdo una vez, en un festival literario en Berlín, varias televisiones de diferentes países me estaban entrevistando, y yo, luego de dar una conferencia, me encontraba bastante cansada. Además, me hacían preguntas muy importantes que no tenían nada que ver con la literatura, sino<br />con la situación política de mi país de origen, Uruguay, que atravesaba el peor momento de su historia, con una horrible dictadura. Anna Jonas traducía mis respuestas en castellano para las televisiones de Suecia, Holanda, Alemania y otros países. En determinado momento, observando que yo estaba realmente agotada, me dijo en perfecto castellano: “si quieres respondo yo como si fueras tú” y efectivamente,<br />le agradecí que contestara como si realmente hubiera vivido alguna vez en Montevideo, como si conociera la dictadura. ¿Puedo decir que no las conocía? Cada vez que nos encontrábamos -y nos encontrábamos todos los días para dar largos paseos o pasar la tarde en esas hermosas cafeterías que yo adoraba- se había establecido entre nosotras una gran complicidad, ella quería saberlo todo de mí, no sólo aquello que había escrito y yo hablaba como si se tratara de mi doble, mi espejo. Como hacen muchas veces los traductores, al poco tiempo Anna Jonas se fue a conocer Montevideo, las cafeterías de las que yo le había hablado, las avenidas y las librerías que yo evocaba con nostalgia en época de exilio. Y podía responder por mí cualquier pregunta sobre el país.<br />La relación entre el traductor o la traductora y el escritor o la escritora es una relación amorosa, de seducción. Del mismo modo que es inevitable que surja un vínculo<br />erótico entre la modelo y el pintor (entre el modelo y el pintor) la relación que se establece entre traducido y traductor desborda la tarea profesional y se adentra en lo subjetivo, en lo amoroso, en el espejo. El traductor suele absorber el mundo imaginario de su traducido y muchas veces éste se siente invadido, aunque para mí, la emoción de sentirme invadida es estimulante, me gusta mucho compartir y no tengo miedo a perder lo que deseo dar.<br />Nadie puede halagar más el narcisismo de un escritor que su traductor o traductora que respeta enormemente la obra a la vez que la disecciona, la desmenuza para descubrir porqué empleó esa palabra y no otra. Hay un momento de fusión entre ambas personalidades que tiene muchas de las características del enamoramiento apasionado.<br />Pero el traductor no es ni debe ser sumiso. El escritor, tampoco.<br />En un breve diario que llevé durante tiempo, escribí lo siguiente: “Entre las peleas de enamorados, que revitalizan siempre a Eros, las que prefiero son las peleas por palabras que surgen entre quien me traduce y yo. Discutir con A. o con B. acerca de<br />si la palabra advenediza suena mejor en castellano que en francés o intentar explicar porqué prefiero vulva a sexo me enardece, me hace gozar y es una forma de conocernos mejor… y de amarnos más.”<br />Sin embargo, hay un momento peligroso en la relación íntima entre el escritor o la escritora y su traductor o traductora. Es cuando el traductor o la traductora se sienten los autores del texto, los creadores. Como traducir es poseer, dominar, a veces puede ocurrir que el traductor o la traductora crean ser los dueños de la obra. Es un pecado de vanidad que hay que cortar de raíz. Ni yo, la autora, soy la autora del texto<br />(en la medida en que tengo infinitas deudas con la realidad, con los demás escritores del pasado o del presente) ni el traductor o la traductora son los dueños del texto al haberlo traducido. Es verdad que mi libro Solitario de amor no existía en alemán hasta que alguien lo tradujo, pero ni yo, la autora, soy completamente responsable del libro, ni lo es mi traductora. Quizás la versión alemana sea nuestra hija en común, pero en todo caso, se trata de una complicidad, no de una autoría.<br />Debo decir que esa complicidad que se establece entre yo como autora y quien me traduce es de los sentimientos más agradables y placenteros que he experimentado en la vida. Y me entrego a él sin límites, sin guardar nada para mí. En realidad, yo también redescubro el texto en la medida en que alguien lo traduce; descubro aquello que mientras escribía venía del inconsciente y que al traducirlo, aparece en el ámbito de la conciencia. Es la única oportunidad que me doy de recordar aquello que escribí, poque estoy convencida de que para seguir escribiendo, hay que olvidar lo escrito. (En un programa de radio, hace un par de años, la locutora, en medio de la entrevista, leyó un poema y me invitó a descubrir quién lo había escrito. Del otro lado de la cabina, le hice gestos desesperados de ignorancia: yo no sabía de quién era el poema, aunque me parecía muy bueno. Ella, sin dejar de leer, me señaló firmemente con el dedo índice: yo era la autora. Me reí silenciosamente. Es verdad que había publicado ese poema hacía más de veinte años, pero formaba parte de mi desmemoria voluntaria de lo escrito, estrategia para seguir escribiendo.)<br />Y por fin, como toda relación amorosa, está el tercero incluido: el traductor suele traducir también pensando en alguien a quien ama, a quien le gustaría dedicar su traducción. En mi libro Playstation narré, en forma de poema, la experiencia más hermosa que tuve con un traductor. Fue un traductor espontáneo, un joven y guapo ingeniero forestal que trabajaba repoblando de encinas un bosque quemado en Catalunya. Por azar leyó mi novela Solitario de amor y se enamoró del libro. Como estaba también enamorado de una mujer, en París, que hasta ese momento había sido indiferente, y creyó encontrar en las páginas de mi libro los sentimientos y las emociones que él experimentaba hacia ella, comenzó a traducirle mi libro al francés por las noches, cuando la visitaba. La mujer se hizo cada vez más sensible al amor de mi traductor y un día comenzó a grabar el texto en francés. Él me lo envió, confesándome que no era un traductor profesional, sino un hombre enamorado, y a mí me gustó tanto su versión de mi novela que logré que la editorial francesa la publicara.<br />No pude menos que evocar el pasaje de La Divina Comedia, de Dante, cuando Francesca, condenada por sus amores adúlteros con Paolo a peregrinar siempre por el círculo de los lujuriosos, le narra al poeta cómo se enamoraron. Cuenta Francesca que una tarde Paolo –su cuñado- le leía en voz baja los amores del caballero Lancelote por la reina Ginebra (amores adúlteros), y cuando llegó al pasaje en que besa los labios de la reina, “éste, que nunca se separa de mí, besó los míos. // Esa tarde, no leímos más”, concluye delicadamente Francesca.<br />La cadena era inevitable: Paolo seduce a Francesca a través del texto de los amores de Lancelote y la reina Ginebra, del mismo modo que mi traducotr enamoró a su amada leyéndole mi novela Solitario de amor. Yo pude disfrutar de esta relación especular más que mi traductor, que no conocía el texto de Dante ni la leyenda de Lancelote del lago.<br />Quizás el amor no es en definitiva tan solitario, mientras existan textos para traducir:<br />son espejos. Y si a veces nos traicionan (1) también es verdad que nos revelan.<br /><br />1) Octavio Paz, poeta y traductor, fue quien estableció el paralelismo: traducir-traicionar. Llamaba a sus traducciones “versiones”, porque concedía al traductor la facultad de modificar los textos. En verdad, hay traducciones que mejoran los originales y otras, lamentablemente, los empeoran.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-20340641506603826432010-03-10T09:29:00.000-08:002010-03-10T09:30:08.949-08:00A mí me violan sólo lo normal<br /><br />Cristina Peri Rossi<br /><br />El Tribunal Supremo ha rebajado en cuatro años la pena<br />de dieciocho impuesta a dos hombres que en octubre de 2004, secuestraron a una joven, la inmovilizaron, la golpearon, la condujeron a un descampado y la violaron varias veces, produciéndole heridas en el sexo, en el ano y lesiones en todo el cuerpo, además del trauma psicológico fácil de imaginar, insoportable de vivir. La joven pidió auxilio a gritos, en vano: no había nadie en los alrededores. Uno de los argumentos de tan noble institución para rebajar la pena es que las lesiones de la joven “no exceden de las naturales secuelas que conllevan esas conductas.” Observen la retórica: llama “conductas” a las violaciones. No, las violaciones no son conductas, aunque sean frecuentes: son violaciones. Una dictadura tampoco es una conducta. Es un delito. ¿Y cuáles son “las naturales secuelas” de una violación? Porque si el desgarro de la vagina, del ano, los hematomas, los golpes, son “naturales” a violaciones, tenemos que considerar… que la violación es algo también natural. Un hecho delictivo no puede tener “secuelas naturales”, salvo que el delito mismo sea considerado como un hecho natural. Si me asaltan por la calle y me parten la mandíbula, un brazo y me rompen los dientes,¿también el Supremo consideraría que esas lesiones son las “secuelas naturales” del hecho de que me roben?<br />A ver, a ver, estimados miembros del Tribunal Supremo:<br />¿cuáles son, a su entender, las “secuelas naturales de una violación”? ¿Cuántos centímetros debe de tener el desgarro vaginal? ¿Debe de llegar al útero o a las Trompas de Falopio? ¿Una violación “natural” ¿incluye la rotura del ano? Todas estas dudas me sumen en el desconcierto: si –Dios no lo permita- alguna vez me llegan a violar procuraré que me violen sólo lo normal. Tan alto tribunal, considera por otra parte que no hay que castigar como detención ilegal el secuestro de la joven, porque era imprescindible para la comisión del delito: no la iban a violar en medio de la calle, alguien podría haberlo impedido. Con la misma argumentación, si para robarme me llevan a un descampado, me atan, me meten un esparadrapo en la boca, no debe considerarse como detención ilegal, porque es más fácil robar a quien no puede defenderse.<br />¿Ocurriría lo mismo si los violados fueran hombres? Las mujeres no violamos (los delitos sexuales son exclusividad masculina), pero a veces, los hombres cometen “abusos sexuales” contra niños, por ejemplo. Entonces me viene a la memoria la famosa película de Clint Eastswood: Mystic River. La convertimos en un éxito hombres y mujeres. Era la venganza de tres hombres por los abusos sexuales de los que habían sido víctimas cuando niños. Estoy esperando que un buen director de cine haga una película sobre la violación de mujeres. Sobre lo que experimentamos y el Supremo llama “secuelas naturales”. Mejor que la haga una mujer. No tengo ganas de que el guionista encuentre que la responsabilidad la tuvo la mujer, por salir de noche o llevar minifalda.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-51489530390480101842009-11-26T23:38:00.000-08:002009-11-26T23:39:00.548-08:00<a href="http://blogdelaasociacionclasicasymodernas.blogspot.com/2009/11/el-otro-feminismo-por-cristina-peri.html"><strong><span style="font-size:130%;">El “otro” feminismo por Cristina Peri Rossi</span></strong></a><br /><br />Cuando oí a Javier Cámara decir: “De todas las mujeres que haya en mi vida ninguna será menos que yo” sentí malestar. ¿Qué era lo que no me gustaba de esta campaña contra la violencia machista? En primer lugar, la frase: el actor aseguraba que ninguna de las mujeres que hubiera en su vida sería menos que él. Pero ¿y las otras? Porque seguramente un hombre tiene algunas mujeres próximas, madre, hermanas, amantes, esposa. Pero y ¿las otras? ¿Las esporádicas? ¿Las desconocidas? Me hubiera parecido muchísimo más acertada la frase: “Ninguna mujer será nunca menos que yo”. Afirmación sencilla y contundente. A poco, salió Angie Cepeda afirmando “De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo.” Este anuncio provocó una confusa y arrogante respuesta del profesor Enrique Lynch, titulada “Revanchismo de género” que a su vez fue respondida por algunas mujeres. Cito al profesor: “El anuncio parece jalear la guerra de sexos, como desde hace décadas hace el feminismo mal encarado, según la pauta de lo que Nietzsche llama “moral de la víctima”. De modo que el anuncio “jalea” la guerra de sexos, acabáramos. ¿Y cuál es el feminismo mal encarado? ¿Hay un feminismo bien encarado? ¿Por qué no hemos consultado al eminente profesor acerca de cuál es a su entender –y al de Nietzsche- el feminismo de buena cara, el complaciente? Porque son ellos, los eminentes filósofos, quienes han de determinar cómo debe de ser el feminismo bueno, dado que el pensamiento es masculino, y el sentimiento, femenino. Como cada cual lee lo que fantasea, Enrique Lynch no sólo encuentra que el anuncio es beligerante, sino que infiere que el anuncio de Angie Cepeda insinúa que los hombres son “menos”… porque no son “más”! El profesor desconoce que entre el más y el menos existe otra posibilidad: la igualdad. Nadie ignora que el cerebro y el cuerpo del hombre y de la mujer difieren, pero lo diferente es diferente, no es más ni es menos. Categoría que el profesor ignora. Lo más indignante del artículo (si se consigue superar su pésima redacción y sintaxis) es que atribuye al feminismo el aumento de la violencia machista. No, si lo mejor para no ser discriminado por negro es ser blanco, y lo mejor para no ser discriminada por mujer es ser hombre, eso no lo duda nadie. De modo que negros, homosexuales, colonizados, tercermundistas a callar, no sea que al rebelarse puedan provocar la reacción airada de los amos. No sólo el feminismo tiene la culpa de la violencia machista. También las madres. Enrique Lynch nos recuerda que esos hombres machistas han sido “gestados, amamantados, criados y formados por mujeres.” (Incluso él tuvo una madre.) Ahora bien, ¿los machistas son gestados sólo por las mujeres? ¿No llevan los caracteres genéticos del macho? ¿No significa nada en la educación de un machista la presencia, la imagen y la autoridad paterna? ¿En la crianza de un machista el padre no ha intervenido jamás? ¿No lo ha llevado al prostíbulo? ¿No ha insultado a su mujer en presencia del niño? A Enrique Lynch le gusta “otro feminismo”. Lástima que no consultáramos a él para hacer uno a la medida de los machos, que no los inquiete.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-12198857497423892212009-11-08T11:52:00.001-08:002009-11-08T11:53:25.065-08:00<strong>LAS ESENCIAS PURAS</strong><br /><br />Si se vive lo suficiente –cincuenta años a lo sumo- basta para comprobar cómo las esencias puras (patria, nación, religión, estado, partidos políticos, familia, club de fútbol y cualquier otro símbolo de identificación individual o colectiva, también los “famosos”, adjetivo convertido en sustantivo gracias a la televisión basura) se corrompen en un entramado del que pocos se salvan y casi nadie dice la verdad. Esa verdad que cuesta tanto reconocer a los jueces, porque ellos también son esencias puras que a veces se corrompen. ¿Quién diría viendo la foto de ese ancianito ingenuo, calvo, sin corbata, que a duras penas se sostiene en la escalera mecánica que fue el presidente del Palau de la Musica Catalana, esencia pura donde las haya, ladrón confeso y millonario a cuenta de bolsillos ajenos? ¡Oh nuestro sagrado templo de la música saqueado por uno de los nuestros, de los de toda la vida, Fèlix Millet! En la foto está ayudado con sumo respeto –yo diría que hasta con cierta admiración- por otra de nuestras esencias puras, el abogado Pau Molins, conocido por sus “tecnicismos”.<br />Por supuesto, la corrupción y el robo existen desde siempre, y miren ustedes por donde, casi siempre se ceba en las esencias puras. Pero Fèlix Millet tenía su corazoncito: dicen que en uno de sus palacetes construyó una réplica del Palau de la Musica Catalana, para contemplarlo por la noche, porque de día, podía contemplarlo al natural y también saquearlo. Muchos delincuentes conservan prendas de recuerdo de sus fechorías; serán ladrones pero también tienen sentimientos. La reciente Operación Pretoria también ha llegado a otras esencias puras: Lluis Prenafeta, ex secretario del President Jordi Pujol, y Mrcià Alavedra, el simpático y todopoderoso Conseller de Econcomia de CIU. Y sigamos por el alcalde Santa Coloma de Gramanet, del tripartito… Bien está que se descubra la corrupción: después de haber construido tanto, nos toca destruir. Una tarea de Sísifo. Llegará el momento en que la mitad de la población tendrá que vigilar a la otra mitad, y aún así, habrá corrupción. Porque la codicia y la ambición son las verdaderas esencias puras detrás de muchas fachadas: patria, nación, estado, partido político, club de fútbol, clase social, premios literarios, medallas, condecoraciones. Por eso, cada tanto, se impone una regeneración, que no es lo mismo que una nueva generación. Porque esto no se arregla con la democracia del voto. La democracia del voto está secuestrada por los partidos políticos. Tampoco se arregla con la abstención:<br />seguramente harían el voto obligatorio, como en mi país de origen, Uruguay. Un derecho convertido en una obligación. Del miedo que les dio alguna vez a los políticos que nadie los votara, ni un mezquino treinta por ciento del censo electoral. A Maadof por lo menos lo metieron en chirona. Ahora da cursos de Bolsa en la cárcel. Los otros, de urbanismo, que no de urbanidad. <br /><br /><br /><br /> Cristina Peri Rossi, EL MUNDOCristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-87453761011137348482008-11-16T14:06:00.000-08:002008-11-16T14:08:21.856-08:00GRACIAS, JESÚS NEIRA<br /><br /> La vida casi nunca es justa, lo sabemos. Por eso hay que intentar que lo sea. Aunque en el intento, nos dejemos a veces la vida, o parte de ella.<br />La noticia se publicó primero en un artículo pequeño. El profesor de Teoría del Estado de una universidad privada, en Madrid, Jesús Neira vio, en la calle, cómo un hombre apaleaba a una mujer. Posiblemente era su marido, su concubino, o su novio, alguno de esos machos dominantes que abundan. Intentó separar al hombre de la mujer, y cuando creía que lo había conseguido, el maltratador lo golpeó violentamente por la espalda provocándole heridas tan graves que ha estado en coma, durante tres meses, en el hospital, inconsciente, sin hacer un solo movimiento. El malhechor, Antonio Puerta, está en prisión. Pero ahora Jesús Neira ha salido del coma y comienza a recuperarse. La Comunidad de Madrid le ha concedido la Medalla de Oro al Mérito Ciudadano. Pero ya me imagino los comentarios de más de uno (hombre, seguramente)“No hay que meterse”, “Eso le pasó por intervenir”, “Cuando se ve una cosa así hay que seguir de largo.” Otros han optado por blindar su silencio. La mayoría de los hombres suelen esconder la lengua entre los dientes cuando se aborda el tema de la violencia masculina, piensan que es algo circunstancial y que no va con ellos. Va con ellos y con ellas, porque la violencia masculina se ejerce no sólo contra las mujeres: también contra )los animales y los niños (ojalá este artículo lo lea mi vecino, a ver si deja de amenazar a gritos a sus hijos, especialmente los fines de semana, cuando los tiene en casa).<br />Mientras Jesús Neira salía de su coma, en Ripollet, un chaval de 14 años, guaperas, de clase media, degolló y reventó a palos a Maores, una compañera de su clase, con todas las características de una masoquista: enamorada del guaperas, había escrito en su diario: “Tú eres mi todo, y ojalá algún día yo sea tu todo”. Lástima, Maores, qué lástima: el todo de tu todo era su prestigio entre los otros chavales, y no te diste cuenta de que lo único que le importaba a él era su prestigio, la admiración de los otros chicos, incluida la de Luis, el niño “ni violento ni impulsivo”, según los psicólogos que presenció impávido el asesinato.<br />Las chicas buenas son unas pesadas porque se enamoran de los chicos guapos que quieren ser admirados por sus rivales: se ha comprobado que la especie humana tiene el noventa y ocho por ciento del ADN igual al de los gorilas y los chimpancés, y los machos de estas especies son exhibicionistas, violentos y competitivos. La naturaleza (cuyas leyes naturales conoce bien, al parecer, nuestra Reina, doña Sofía) debía haber elegido mejor, y parecernos a los bonobos, que no cometen jamás un acto de violencia y tienen una estructura social igualitaria. Son bisexuales y el incesto no es tabú.<br /><br /> CRISTINA PERI ROSSI<br /> El Mundo, 14 de noviembre de 2008Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-7347278699676277222008-09-20T04:52:00.000-07:002008-09-20T04:53:17.479-07:00<strong> A mí me engañaron</strong> <br /><br /><br />¿No era que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, con una economía bollante, sociedades de alto nivel de consumo, segundas residencias, jugadores de fútbol galácticos, desfiles de modelos en pasarelas siderales, lla costa sembrada de adosados, las mafias traficando , el éxito del ultraliberalismo económico? ¿No era que la historia había terminado con el triunfo del capitalismo y la caída del muro de Berlín? Algo salió mal en las cuentas de los triunfadores, porque John Train, presidente de Merrill Lynch, con un sueldo anual de treinta millones de dólares subió a su auto con cara de preocupación, cara de perdedor, y si un tío que gana treinta millones de dólares al año es un perdedor, ¿qué podrán sentir nuestros universitarios sin empleo, los médicos mal pagados, los investigadores sin fondos, los desempleados, los camareros, las ama de casa, los jubilados? John Train tiene, además, su sueldo blindado: cobrará más de cuarenta millones de dólares si le rebajan el cargo. Cualquier persona con un mínimo de cordura sabe que las pirámides llega un día que no pueden crecer más; entonces, se desmoronan. Pasó con los bulbos de tulipán en Holanda, con las tecnológicas y ahora con las hipotecas. Es la diferencia entre una pirámide económica y la de Keops. Y los banqueros ultraliberales, tan reacios a permitir la intervención del Estado en el control de sus beneficios, en la investigación de sus cuentas, claman ahora para que el Estado les salve los muebles. ¿No era que el Dios Mercado se autorregulaba (primer misterio de la Santísima Trinidad) y que había que mantener al Estado lo más lejos posible de su funcionamiento y de sus beneficios? Yo pienso que los Estados que han renunciado durante muchos años a inmiscuirse en los negocios de los ricos, adoptando la filosofía del laissez faire, tampoco deben acudir a salvar la crisis del capitalismo. Pero claro, yo no soy directora del Merrill Lynch, y por no tener, no tengo ni siquiera una hipoteca. La tarea de los Estados es proteger a los más necesitados, a los que no hicieron fabulosos negocios vendiendo terrenos recalificados o con los warrants; proteger a los que han malvivido con sueldos escasos y no han tenido parte en el desarrollismo estrafalario. Cada veinte años el capitalismo (ojo, los países pobres también son capitalistas) tiene una crisis. Sirve para “limpiar el sistema”, como dijo con cierta desaprensión Solbes. Es verdad que lo limpia de una parte de la escoria, pero es una mínima parte; la peor, la llevan los miles de trabajadores en paro y los recortes en gasto público. No es lo mismo que Johan Train pierda su empleo que lo pierda mi vecina, que no tiene sueldo blindado, ni casa propia, no se acuesta con ningún secretario de ministerio, no trafica con influencias ni tiene un primo en la Administración. Cada veinte años, el capitalismo tiene una crisis sospechosa: le sirve para “desprenderse” de miles de trabajadores, para seguir con la “contención salarial” y fomenta la abstinencia de los sindicatos, que se someten sin chistar. Después, milagrosamente, se recupera.Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-46461675650549841032008-04-20T10:24:00.000-07:002008-04-20T10:25:41.787-07:00MI DÍA DEL LIBRO<br /><br /><br /> Este San Jordi no me busquen en la tradicional parada de la librería Prolèg, ni en ninguna otra: aunque tengo libro nuevo (La tarde del dinosaurio, en una bellísima edición de Tropo editores) mi pierna derecha, atropellada por un auto el 4 de diciembre pasado, todavía no me sostiene. Este Día del libro seré una lectora más. Cambio de papeles. Estaré en mi casa, sentadita, leyendo los libros que me he comprado con antelación. Y mientras las multitudes recorran las calles de Barcelona con una rosa en la mano, yo estaré subrayando las agudas observaciones psicológicas de Vicente Verdú en su libro No ficción (Anagrama), regodeándome con los vicios que se descubren en Cary Grant, la biografía (Marc Eliot, editado por Lumen) y que no son los que ustedes piensan. No: mucho más que un gay promiscuo, el pobre Cary Grant era, fundamentalmente, un avaro. Tendré en la mesilla de noche Una lectora nada común, la sarcástica novela de Alan Bennett editada por Anagrama y los Poemas impuros, de Nuria Amat (ediciones B).<br />Y como todavía me quedan un par de días, antes de San Jordi, procuraré comprarme la autobiografía de J.G.Ballard (Miracles of life) uno de mis escritores favoritos desde los veinticinco años, cuando lo descubrí, en una admirable colección de relatos traducidos por Aurora Bernández. Fue una revelación, y lo he seguido con fidelidad, como lo seguía Julio Cortázar (habíamos fundado el club de los ballardianos). Cuando llegué a Barcelona, a fines de l972, nadie lo había leído. Han tenido que pasar más de treinta años para que algunos críticos lo reconozcan: lo tenían relegado, con cierto desprecio, al baúl de la ciencia ficción. J.G. Ballard no les gustaba porque era el escritor más vanguardista del siglo XX, y la crítica todavía estaba –muchas veces sigue estando- anclada en el siglo XIX. Los “argumentos” de las novelas de Ballard son tan breves como apocalípticos: hombres que deben vivir una sequía, una inundación, que quedan atrapados en una autopista, o que para tener un orgasmo, provocan un accidente. Un tipo raro, este Ballard: se ve que no le gusta mucho la literatura gastronómica ni la épica ni las sagas familiares, por lo cual, difícilmente podía aspirar a ser apreciado por estos lares. Ahora, cuando tiene un cáncer en fase terminal (fase a la cual, sin cáncer o con él, todos llegaremos tarde o temprano) ha publicado su biografía. A Ballard no le gusta dar entrevistas, ni salir en la tv., pese a lo cual, se ha convertido en uno de los escritores más importantes en lengua inglesa (con estos hábitos, difícilmente hubiera podido serlo en cualquiera de las lenguas de España). Pero Barcelona le rendirá homenaje. He leído que el CCB inaugurará una exposición sobre él, en el mes de junio. Quizás entonces consiga saber si esposa murió en Sitges o en Alicante, por un accidente en la playa o por una encefalitis. No es morbosidad: es para entender mejor Crash, su novela más morbosa. Dicho con admiración.<br /> <br /><br /><br /> EL MUNDO, 18 de abril de 2008Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-20940765021752245562008-03-07T07:50:00.001-08:002008-03-07T07:51:25.952-08:00<strong>OCHO DE MARZO</strong><br /><strong></strong><br />Este año, la jornada de reflexión previa a las elecciones coincide con el Día de la Mujer Trabajadora; no quiero que omnipresencia electoral haga olvidar la efeméride. La conquista del voto de las mujeres es algo reciente en la historia, sin embargo, el trabajo femenino existió siempre, especialmente a partir de la industrialización. En 1629, la Fábrica de Tabacos de Cádiz ocupaba sólo a personal femenino, y en el siglo XIX nació el mito de “las cigarreras”, que inspiraría a varios artistas románticos, entre ellos a Prosper Merimée y su famosa Carmen.<br />Las mujeres de las clases humildes siempre trabajaron; trabajaron en el campo, como agricultoras y cosechadoras, y trabajaron en la ciudad, como obreras y prostitutas, la única opción que hubo mientras el acceso a los estudios y a la universidad era exclusivo de los varones. Y trabajaban desde temprana edad. La escritora Emilia Pardo Bazán, valiente y decidida, se empleó en una de esas fábricas para escribir su novela La tribuna, una obra naturalista que no tiene nada que envidiar a las escritas por Eugene Balzac o Emile Zola. Cuenta, en la novela, que todas las mujeres llevaban la comida (las jornadas eran de catorce horas) y a los niños pequeños, que colocaban en cunas de madera, la primera versión de guarderías de la historia. De modo que los bebecitos aspiraban los vahos de las hojas de tabaco al mismo tiempo que mamaban la leche de su madre, en una asociación de olores y dulzores que le hubiera gustado estudiar a Pavlov y a Sigmund Freud. El extraordinario dibujante Gustave Doré realizó un inquietante grabado, en 1862, donde se ve a un grupo de obreras frente a las largas mesas de trabajo, junto a las cunas de sus hijos pequeños. Pocos años después, en la Real Fábrica de Sevilla estaban empleadas nada menos que seis mil seiscientas mujeres, muchas de ellas francesas, porque la inmigración laboral es un fenómeno muy antigua, viene de la Biblia: hombres y mujeres han emigrado siempre por hambre.<br />Por eso es asombroso, espeluznante, yo diría, que en un debate electoral, en un país del Primer Mundo, todavía haya que proponer como objetivo la igualdad salarial entre hombres y mujeres. O que ninguno de los dos partidos con posibilidades de gobernar prometa un plan para erradicar el tráfico de mujeres, su esclavitud de las mafias de la prostitución o los derechos que merecen, como cualquier trabajadora. <br />La modernización de España, en los últimos treinta años, ha hecho que no sólo trabajen las mujeres de las clases humildes, sino que las mujeres sean un pilar muy importante en la economía familiar: sus ingresos, aunque muchas veces estén por debajo del varón, sirven para pagar hipotecas, guarderías, colegios, la comida y el vestido. Han ocupado espacios antiguamente consagrados a los hombres, como la medicina, la abogacía, el periodismo… hasta hay algunas mujeres en política. Pocas. Y no todas con conciencia de género. Porque como escribió Simona de Beauvoir en l949, no se nace mujer, se llega a serlo.<br /><br /><br /><br /><br /> EL MUNDO, 7 DE MARZO DE 2008Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-81375542274963976562008-02-25T12:25:00.000-08:002008-02-25T12:27:56.179-08:00UN ABUELO CON OÍDO DE POETA Y CORAZÓN INFATIGABLE<br /><br /> por CRISTINA PERI ROSSI<br /><br /><br />Cualquiera de los poetas que fueron candidatos este año al Cervantes podía haberlo recibido legítimamente por su obra poética, pero Juan Gelman, además de gran poeta y lúcido periodista, es un símbolo de la lucha por recuperar a los desaparecidos durante el ignominioso período de la dictadura militar argentina. Su poesía fue «un arma cargada de futuro», como escribió Gabriel Celaya, aunque ese futuro no fuera el paraíso, sino el infierno: su hijo fue secuestrado, junto a su nuera embarazada, y el poeta dedicó su poesía, su acción y toda su energía a intentar recuperar a la nieta, cosa que luego de muchos años de sufrimiento, búsqueda y tenacidad, logró, a pesar de todas las resistencias y obstáculos.<br />Cuenta Juan Gelman que su vocación de escritor se decidió de niño, cuando leyó Humillados y ofendidos, de Dostoievski (la familia del poeta era de origen ruso), pero también tuvo mucho que ver con el tango. No en vano uno de sus primeros libros de poemas se llamó precisamente Gotan, que en la jerga rioplatense quiere decir tango, y donde se encuentra un poema con el título de uno de los tangos más famosos: Mi Buenos Aires querido. Por eso su poesía fue, desde el principio, una reivindicación del lenguaje popular, coloquial, por contraste con la poesía culturista y de lenguaje deliberadamente literario que escribían otros poetas como Jorge L. Borges o Alberto Girri. Esta reivindicación de lo popular, de la tradición barriobajera y maleva del tango, no concernía sólo a la poesía: Juan Gelman optó ideológicamente por militar en el Movimiento Montonero, peronista, populista, que sedujo a muchos intelectuales.<br />Juan Gelman es un gran poeta no por los temas (su poesía política es sólo una parte de su obra, pero hay otros libros ajenos a esas preocupaciones, como Los poemas de Sydney West) sino por el ágil, fecundo, extraordinario manejo de la lengua. Combina una espontánea sencillez con una gran musicalidad, el oído de poeta (tan parecido al oído del compositor) nunca le falla. No en vano pertenece a una tradición, la poesía argentina, cuyo poema fundacional es Martín Fierro:<br />«Aquí me pongo a cantaral compás de la vigüela, que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria como el ave solitariacon el cantar se consuela».<br />Esta voluntad de sencillez —que comparte con el otro poeta rioplatense, Mario Benedetti— busca la raíz de lo poético en los sentimientos y en las emociones, pero no en los más sutiles o refinados, como lo hacían los poetas románticos, sino en aquellos que nos aproximan a los demás; los sentimientos y emociones compartidos. Es, por tanto, una poesía política, en tanto la polis es el centro de lo comunitario, sea la desesperación del desocupado, el enamoramiento del amante o el dolor de los desaparecidos.<br />Una poesía pegada, por tanto, al yo y sus circunstancias. En su caso, unas circunstancias que lo obligaron a exiliarse (vivió en Roma, y desde hace unos años lo hace en México, por el mejor de los motivos: el amor a una mujer) y a dedicar muchos años a la búsqueda de su hijo, su nuera y su nieta, desaparecidos.<br />En la foto, Juan Gelman aparece con el ex presidente de Uruguay Jorge Batlle a quien el poeta le escribió una dolorosa carta, de «abuelo a abuelo», reclamando la investigación de la desaparición de su nieta. Jorge Batlle no ayudó a Gelman, propuso declarar muertos a todos los desaparecidos. (La policía y el ejército de ambos países colaboraron estrechamente en la represión, aplicando el plan Cóndor, diseñado por la CIA.) Su búsqueda oceánica tuvo recompensa: la encontró, adoptada por un policía y su esposa.<br /><br /><br /> EL MUNDO, diciembre 2007Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6921472244912023137.post-50012879486027373702008-02-22T07:29:00.000-08:002008-02-22T07:32:00.705-08:00SATURACIÓN ELECTORAL<br /> <br />Aunque oficialmente la campaña electoral recién ha comenzado, los sufridos electores nos sentimos hartos, saturados, anhelamos que ya cese. Los políticos, sus promesas,<br />sus debates ocupan los medios, y es difícil transitar por la ciudad o estar dentro de casa sin que el ruido que hacen nos respete. Es verdad que puedo no encender el televisor ni la radio, no comprar los diarios ni abrir el buzón o Internet, pero el hecho de no hacerlo, para evitar la injerencia de la campaña electoral en mi vida, ya significa una intromisión. Mi rechazo es la prueba fehaciente de la invasión. Y este artículo, también. Tómenlo, querid@s lector@s como una señal de protesta frente al despilfarro económico de la campaña, que pagaremos todos, aunque los bancos y algunas cajas sean tan generosos que cancelen o renegocien las deudas de los principales partidos, cosa que no harían con su hipoteca o la de su vecino. Alguien dijo alguna vez que el mejor gobierno es el que no se nota; las mejores elecciones deberían ser las más aburridas, las más silenciosas, las más baratas. De esas no tenemos, ni en España, ni en Catalunya, ni en Estados Unidos (el orden de los factores no altera el nacionalismo). Y si Hillary y Obama pasan la bandejita durante sus actos (las del candidato varón cada vez se parecen más a sermones, a recitales poéticos) como se hace en la iglesia, nuestros políticos exprimen los créditos y los futuros presupuestos para “comprar” votos de abstencionistas o indecisos. Porque ya sea Hillary, Obama, Zapatero o Rajoy, tienen un problema en común: la resistencia de muchos electores a ejercer el voto. Vencer su indiferencia o desafección (recordar esta oportuna palabreja empleada por el presidente Montilla) es la esperanza de l@s candidat@s. (Observen, queridos lectores, que he tenido que usar la arroba, porque esta vez, y sin que siente precedente, hay una candidata mujer en las elecciones norteamericanas.)<br />Hasta el día de las elecciones nos esperan, a los sufridos votantes, varios días de discursos, entrevistas, monsergas, arengas, requerimientos, promesas, dimes y diretes, debates, tertulias, salvo que optemos por no encender ni la radio ni el televisor, o por leer sólo la sección deportes de los diarios. A propósito: el fútbol paga mejor que el arte y que la política. En Madrid (o sea, en campo enemigo) le han hecho un homenaje a Di Stefano, “la saeta rubia”, con estatua incluida, que no le han hecho todavía al ex presidente Suárez, ni al mejor artista español vivo, Antonio López. Hace un tiempo, el ex vicepresidente de CIU y poeta Carles Duarte, me dijo, amablemente y sin ningún rencor: “La política es ingrata”. Y el arte, ni te cuento. Entretanto, algunos pragmáticos electores pusieron a subasta en Internet su futuro voto. Al mejor postor. Hubo interesantes ofertas económicas. Y para garantizar la honestidad de la operación, se comprometían a fotografiar el momento de meter la papeleta en la urna. Quién da más, señores.<br /><br /><br /><br /> EL MUNDO, 22 de febrero de 2008Cristina Peri Rossihttp://www.blogger.com/profile/00584476130253955860noreply@blogger.com0