domingo, 16 de noviembre de 2008

GRACIAS, JESÚS NEIRA

La vida casi nunca es justa, lo sabemos. Por eso hay que intentar que lo sea. Aunque en el intento, nos dejemos a veces la vida, o parte de ella.
La noticia se publicó primero en un artículo pequeño. El profesor de Teoría del Estado de una universidad privada, en Madrid, Jesús Neira vio, en la calle, cómo un hombre apaleaba a una mujer. Posiblemente era su marido, su concubino, o su novio, alguno de esos machos dominantes que abundan. Intentó separar al hombre de la mujer, y cuando creía que lo había conseguido, el maltratador lo golpeó violentamente por la espalda provocándole heridas tan graves que ha estado en coma, durante tres meses, en el hospital, inconsciente, sin hacer un solo movimiento. El malhechor, Antonio Puerta, está en prisión. Pero ahora Jesús Neira ha salido del coma y comienza a recuperarse. La Comunidad de Madrid le ha concedido la Medalla de Oro al Mérito Ciudadano. Pero ya me imagino los comentarios de más de uno (hombre, seguramente)“No hay que meterse”, “Eso le pasó por intervenir”, “Cuando se ve una cosa así hay que seguir de largo.” Otros han optado por blindar su silencio. La mayoría de los hombres suelen esconder la lengua entre los dientes cuando se aborda el tema de la violencia masculina, piensan que es algo circunstancial y que no va con ellos. Va con ellos y con ellas, porque la violencia masculina se ejerce no sólo contra las mujeres: también contra )los animales y los niños (ojalá este artículo lo lea mi vecino, a ver si deja de amenazar a gritos a sus hijos, especialmente los fines de semana, cuando los tiene en casa).
Mientras Jesús Neira salía de su coma, en Ripollet, un chaval de 14 años, guaperas, de clase media, degolló y reventó a palos a Maores, una compañera de su clase, con todas las características de una masoquista: enamorada del guaperas, había escrito en su diario: “Tú eres mi todo, y ojalá algún día yo sea tu todo”. Lástima, Maores, qué lástima: el todo de tu todo era su prestigio entre los otros chavales, y no te diste cuenta de que lo único que le importaba a él era su prestigio, la admiración de los otros chicos, incluida la de Luis, el niño “ni violento ni impulsivo”, según los psicólogos que presenció impávido el asesinato.
Las chicas buenas son unas pesadas porque se enamoran de los chicos guapos que quieren ser admirados por sus rivales: se ha comprobado que la especie humana tiene el noventa y ocho por ciento del ADN igual al de los gorilas y los chimpancés, y los machos de estas especies son exhibicionistas, violentos y competitivos. La naturaleza (cuyas leyes naturales conoce bien, al parecer, nuestra Reina, doña Sofía) debía haber elegido mejor, y parecernos a los bonobos, que no cometen jamás un acto de violencia y tienen una estructura social igualitaria. Son bisexuales y el incesto no es tabú.

CRISTINA PERI ROSSI
El Mundo, 14 de noviembre de 2008

sábado, 20 de septiembre de 2008

A mí me engañaron


¿No era que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, con una economía bollante, sociedades de alto nivel de consumo, segundas residencias, jugadores de fútbol galácticos, desfiles de modelos en pasarelas siderales, lla costa sembrada de adosados, las mafias traficando , el éxito del ultraliberalismo económico? ¿No era que la historia había terminado con el triunfo del capitalismo y la caída del muro de Berlín? Algo salió mal en las cuentas de los triunfadores, porque John Train, presidente de Merrill Lynch, con un sueldo anual de treinta millones de dólares subió a su auto con cara de preocupación, cara de perdedor, y si un tío que gana treinta millones de dólares al año es un perdedor, ¿qué podrán sentir nuestros universitarios sin empleo, los médicos mal pagados, los investigadores sin fondos, los desempleados, los camareros, las ama de casa, los jubilados? John Train tiene, además, su sueldo blindado: cobrará más de cuarenta millones de dólares si le rebajan el cargo. Cualquier persona con un mínimo de cordura sabe que las pirámides llega un día que no pueden crecer más; entonces, se desmoronan. Pasó con los bulbos de tulipán en Holanda, con las tecnológicas y ahora con las hipotecas. Es la diferencia entre una pirámide económica y la de Keops. Y los banqueros ultraliberales, tan reacios a permitir la intervención del Estado en el control de sus beneficios, en la investigación de sus cuentas, claman ahora para que el Estado les salve los muebles. ¿No era que el Dios Mercado se autorregulaba (primer misterio de la Santísima Trinidad) y que había que mantener al Estado lo más lejos posible de su funcionamiento y de sus beneficios? Yo pienso que los Estados que han renunciado durante muchos años a inmiscuirse en los negocios de los ricos, adoptando la filosofía del laissez faire, tampoco deben acudir a salvar la crisis del capitalismo. Pero claro, yo no soy directora del Merrill Lynch, y por no tener, no tengo ni siquiera una hipoteca. La tarea de los Estados es proteger a los más necesitados, a los que no hicieron fabulosos negocios vendiendo terrenos recalificados o con los warrants; proteger a los que han malvivido con sueldos escasos y no han tenido parte en el desarrollismo estrafalario. Cada veinte años el capitalismo (ojo, los países pobres también son capitalistas) tiene una crisis. Sirve para “limpiar el sistema”, como dijo con cierta desaprensión Solbes. Es verdad que lo limpia de una parte de la escoria, pero es una mínima parte; la peor, la llevan los miles de trabajadores en paro y los recortes en gasto público. No es lo mismo que Johan Train pierda su empleo que lo pierda mi vecina, que no tiene sueldo blindado, ni casa propia, no se acuesta con ningún secretario de ministerio, no trafica con influencias ni tiene un primo en la Administración. Cada veinte años, el capitalismo tiene una crisis sospechosa: le sirve para “desprenderse” de miles de trabajadores, para seguir con la “contención salarial” y fomenta la abstinencia de los sindicatos, que se someten sin chistar. Después, milagrosamente, se recupera.

domingo, 20 de abril de 2008

MI DÍA DEL LIBRO


Este San Jordi no me busquen en la tradicional parada de la librería Prolèg, ni en ninguna otra: aunque tengo libro nuevo (La tarde del dinosaurio, en una bellísima edición de Tropo editores) mi pierna derecha, atropellada por un auto el 4 de diciembre pasado, todavía no me sostiene. Este Día del libro seré una lectora más. Cambio de papeles. Estaré en mi casa, sentadita, leyendo los libros que me he comprado con antelación. Y mientras las multitudes recorran las calles de Barcelona con una rosa en la mano, yo estaré subrayando las agudas observaciones psicológicas de Vicente Verdú en su libro No ficción (Anagrama), regodeándome con los vicios que se descubren en Cary Grant, la biografía (Marc Eliot, editado por Lumen) y que no son los que ustedes piensan. No: mucho más que un gay promiscuo, el pobre Cary Grant era, fundamentalmente, un avaro. Tendré en la mesilla de noche Una lectora nada común, la sarcástica novela de Alan Bennett editada por Anagrama y los Poemas impuros, de Nuria Amat (ediciones B).
Y como todavía me quedan un par de días, antes de San Jordi, procuraré comprarme la autobiografía de J.G.Ballard (Miracles of life) uno de mis escritores favoritos desde los veinticinco años, cuando lo descubrí, en una admirable colección de relatos traducidos por Aurora Bernández. Fue una revelación, y lo he seguido con fidelidad, como lo seguía Julio Cortázar (habíamos fundado el club de los ballardianos). Cuando llegué a Barcelona, a fines de l972, nadie lo había leído. Han tenido que pasar más de treinta años para que algunos críticos lo reconozcan: lo tenían relegado, con cierto desprecio, al baúl de la ciencia ficción. J.G. Ballard no les gustaba porque era el escritor más vanguardista del siglo XX, y la crítica todavía estaba –muchas veces sigue estando- anclada en el siglo XIX. Los “argumentos” de las novelas de Ballard son tan breves como apocalípticos: hombres que deben vivir una sequía, una inundación, que quedan atrapados en una autopista, o que para tener un orgasmo, provocan un accidente. Un tipo raro, este Ballard: se ve que no le gusta mucho la literatura gastronómica ni la épica ni las sagas familiares, por lo cual, difícilmente podía aspirar a ser apreciado por estos lares. Ahora, cuando tiene un cáncer en fase terminal (fase a la cual, sin cáncer o con él, todos llegaremos tarde o temprano) ha publicado su biografía. A Ballard no le gusta dar entrevistas, ni salir en la tv., pese a lo cual, se ha convertido en uno de los escritores más importantes en lengua inglesa (con estos hábitos, difícilmente hubiera podido serlo en cualquiera de las lenguas de España). Pero Barcelona le rendirá homenaje. He leído que el CCB inaugurará una exposición sobre él, en el mes de junio. Quizás entonces consiga saber si esposa murió en Sitges o en Alicante, por un accidente en la playa o por una encefalitis. No es morbosidad: es para entender mejor Crash, su novela más morbosa. Dicho con admiración.



EL MUNDO, 18 de abril de 2008

viernes, 7 de marzo de 2008

OCHO DE MARZO

Este año, la jornada de reflexión previa a las elecciones coincide con el Día de la Mujer Trabajadora; no quiero que omnipresencia electoral haga olvidar la efeméride. La conquista del voto de las mujeres es algo reciente en la historia, sin embargo, el trabajo femenino existió siempre, especialmente a partir de la industrialización. En 1629, la Fábrica de Tabacos de Cádiz ocupaba sólo a personal femenino, y en el siglo XIX nació el mito de “las cigarreras”, que inspiraría a varios artistas románticos, entre ellos a Prosper Merimée y su famosa Carmen.
Las mujeres de las clases humildes siempre trabajaron; trabajaron en el campo, como agricultoras y cosechadoras, y trabajaron en la ciudad, como obreras y prostitutas, la única opción que hubo mientras el acceso a los estudios y a la universidad era exclusivo de los varones. Y trabajaban desde temprana edad. La escritora Emilia Pardo Bazán, valiente y decidida, se empleó en una de esas fábricas para escribir su novela La tribuna, una obra naturalista que no tiene nada que envidiar a las escritas por Eugene Balzac o Emile Zola. Cuenta, en la novela, que todas las mujeres llevaban la comida (las jornadas eran de catorce horas) y a los niños pequeños, que colocaban en cunas de madera, la primera versión de guarderías de la historia. De modo que los bebecitos aspiraban los vahos de las hojas de tabaco al mismo tiempo que mamaban la leche de su madre, en una asociación de olores y dulzores que le hubiera gustado estudiar a Pavlov y a Sigmund Freud. El extraordinario dibujante Gustave Doré realizó un inquietante grabado, en 1862, donde se ve a un grupo de obreras frente a las largas mesas de trabajo, junto a las cunas de sus hijos pequeños. Pocos años después, en la Real Fábrica de Sevilla estaban empleadas nada menos que seis mil seiscientas mujeres, muchas de ellas francesas, porque la inmigración laboral es un fenómeno muy antigua, viene de la Biblia: hombres y mujeres han emigrado siempre por hambre.
Por eso es asombroso, espeluznante, yo diría, que en un debate electoral, en un país del Primer Mundo, todavía haya que proponer como objetivo la igualdad salarial entre hombres y mujeres. O que ninguno de los dos partidos con posibilidades de gobernar prometa un plan para erradicar el tráfico de mujeres, su esclavitud de las mafias de la prostitución o los derechos que merecen, como cualquier trabajadora.
La modernización de España, en los últimos treinta años, ha hecho que no sólo trabajen las mujeres de las clases humildes, sino que las mujeres sean un pilar muy importante en la economía familiar: sus ingresos, aunque muchas veces estén por debajo del varón, sirven para pagar hipotecas, guarderías, colegios, la comida y el vestido. Han ocupado espacios antiguamente consagrados a los hombres, como la medicina, la abogacía, el periodismo… hasta hay algunas mujeres en política. Pocas. Y no todas con conciencia de género. Porque como escribió Simona de Beauvoir en l949, no se nace mujer, se llega a serlo.




EL MUNDO, 7 DE MARZO DE 2008

lunes, 25 de febrero de 2008

UN ABUELO CON OÍDO DE POETA Y CORAZÓN INFATIGABLE

por CRISTINA PERI ROSSI


Cualquiera de los poetas que fueron candidatos este año al Cervantes podía haberlo recibido legítimamente por su obra poética, pero Juan Gelman, además de gran poeta y lúcido periodista, es un símbolo de la lucha por recuperar a los desaparecidos durante el ignominioso período de la dictadura militar argentina. Su poesía fue «un arma cargada de futuro», como escribió Gabriel Celaya, aunque ese futuro no fuera el paraíso, sino el infierno: su hijo fue secuestrado, junto a su nuera embarazada, y el poeta dedicó su poesía, su acción y toda su energía a intentar recuperar a la nieta, cosa que luego de muchos años de sufrimiento, búsqueda y tenacidad, logró, a pesar de todas las resistencias y obstáculos.
Cuenta Juan Gelman que su vocación de escritor se decidió de niño, cuando leyó Humillados y ofendidos, de Dostoievski (la familia del poeta era de origen ruso), pero también tuvo mucho que ver con el tango. No en vano uno de sus primeros libros de poemas se llamó precisamente Gotan, que en la jerga rioplatense quiere decir tango, y donde se encuentra un poema con el título de uno de los tangos más famosos: Mi Buenos Aires querido. Por eso su poesía fue, desde el principio, una reivindicación del lenguaje popular, coloquial, por contraste con la poesía culturista y de lenguaje deliberadamente literario que escribían otros poetas como Jorge L. Borges o Alberto Girri. Esta reivindicación de lo popular, de la tradición barriobajera y maleva del tango, no concernía sólo a la poesía: Juan Gelman optó ideológicamente por militar en el Movimiento Montonero, peronista, populista, que sedujo a muchos intelectuales.
Juan Gelman es un gran poeta no por los temas (su poesía política es sólo una parte de su obra, pero hay otros libros ajenos a esas preocupaciones, como Los poemas de Sydney West) sino por el ágil, fecundo, extraordinario manejo de la lengua. Combina una espontánea sencillez con una gran musicalidad, el oído de poeta (tan parecido al oído del compositor) nunca le falla. No en vano pertenece a una tradición, la poesía argentina, cuyo poema fundacional es Martín Fierro:
«Aquí me pongo a cantaral compás de la vigüela, que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria como el ave solitariacon el cantar se consuela».
Esta voluntad de sencillez —que comparte con el otro poeta rioplatense, Mario Benedetti— busca la raíz de lo poético en los sentimientos y en las emociones, pero no en los más sutiles o refinados, como lo hacían los poetas románticos, sino en aquellos que nos aproximan a los demás; los sentimientos y emociones compartidos. Es, por tanto, una poesía política, en tanto la polis es el centro de lo comunitario, sea la desesperación del desocupado, el enamoramiento del amante o el dolor de los desaparecidos.
Una poesía pegada, por tanto, al yo y sus circunstancias. En su caso, unas circunstancias que lo obligaron a exiliarse (vivió en Roma, y desde hace unos años lo hace en México, por el mejor de los motivos: el amor a una mujer) y a dedicar muchos años a la búsqueda de su hijo, su nuera y su nieta, desaparecidos.
En la foto, Juan Gelman aparece con el ex presidente de Uruguay Jorge Batlle a quien el poeta le escribió una dolorosa carta, de «abuelo a abuelo», reclamando la investigación de la desaparición de su nieta. Jorge Batlle no ayudó a Gelman, propuso declarar muertos a todos los desaparecidos. (La policía y el ejército de ambos países colaboraron estrechamente en la represión, aplicando el plan Cóndor, diseñado por la CIA.) Su búsqueda oceánica tuvo recompensa: la encontró, adoptada por un policía y su esposa.


EL MUNDO, diciembre 2007

viernes, 22 de febrero de 2008

SATURACIÓN ELECTORAL

Aunque oficialmente la campaña electoral recién ha comenzado, los sufridos electores nos sentimos hartos, saturados, anhelamos que ya cese. Los políticos, sus promesas,
sus debates ocupan los medios, y es difícil transitar por la ciudad o estar dentro de casa sin que el ruido que hacen nos respete. Es verdad que puedo no encender el televisor ni la radio, no comprar los diarios ni abrir el buzón o Internet, pero el hecho de no hacerlo, para evitar la injerencia de la campaña electoral en mi vida, ya significa una intromisión. Mi rechazo es la prueba fehaciente de la invasión. Y este artículo, también. Tómenlo, querid@s lector@s como una señal de protesta frente al despilfarro económico de la campaña, que pagaremos todos, aunque los bancos y algunas cajas sean tan generosos que cancelen o renegocien las deudas de los principales partidos, cosa que no harían con su hipoteca o la de su vecino. Alguien dijo alguna vez que el mejor gobierno es el que no se nota; las mejores elecciones deberían ser las más aburridas, las más silenciosas, las más baratas. De esas no tenemos, ni en España, ni en Catalunya, ni en Estados Unidos (el orden de los factores no altera el nacionalismo). Y si Hillary y Obama pasan la bandejita durante sus actos (las del candidato varón cada vez se parecen más a sermones, a recitales poéticos) como se hace en la iglesia, nuestros políticos exprimen los créditos y los futuros presupuestos para “comprar” votos de abstencionistas o indecisos. Porque ya sea Hillary, Obama, Zapatero o Rajoy, tienen un problema en común: la resistencia de muchos electores a ejercer el voto. Vencer su indiferencia o desafección (recordar esta oportuna palabreja empleada por el presidente Montilla) es la esperanza de l@s candidat@s. (Observen, queridos lectores, que he tenido que usar la arroba, porque esta vez, y sin que siente precedente, hay una candidata mujer en las elecciones norteamericanas.)
Hasta el día de las elecciones nos esperan, a los sufridos votantes, varios días de discursos, entrevistas, monsergas, arengas, requerimientos, promesas, dimes y diretes, debates, tertulias, salvo que optemos por no encender ni la radio ni el televisor, o por leer sólo la sección deportes de los diarios. A propósito: el fútbol paga mejor que el arte y que la política. En Madrid (o sea, en campo enemigo) le han hecho un homenaje a Di Stefano, “la saeta rubia”, con estatua incluida, que no le han hecho todavía al ex presidente Suárez, ni al mejor artista español vivo, Antonio López. Hace un tiempo, el ex vicepresidente de CIU y poeta Carles Duarte, me dijo, amablemente y sin ningún rencor: “La política es ingrata”. Y el arte, ni te cuento. Entretanto, algunos pragmáticos electores pusieron a subasta en Internet su futuro voto. Al mejor postor. Hubo interesantes ofertas económicas. Y para garantizar la honestidad de la operación, se comprometían a fotografiar el momento de meter la papeleta en la urna. Quién da más, señores.



EL MUNDO, 22 de febrero de 2008

viernes, 25 de enero de 2008

CUANDO LAS MUJERES DECIDEN


Sigo con mucho interés la lucha por la candidatura del Partido Demócrata en Estados Unidos, con más interés que nunca, porque por primera vez los candidatos pertenecen a grupos que fueron discriminados: Obama es negro, de padre musulmán, y Hillary Clinton es mujer. Y lo que ocurre en Estados Unidos siempre es una pauta de lo que ocurrirá luego en otros países occidentales (iba a decir “en el resto de los países occidentales”, y fui consciente de que el resto es más, pero pesa menos. En Catalunya suelen decir “el resto de España”, cuando osan nombrarla, y la frase siempre me causa asombro: no es la parte por el todo, es el todo por la parte). Creo que el duelo entre Hillary y Obama es apasionante y desempolvará viejas estructuras, renovando no sólo el lenguaje, sino el modo de gobernar. Quiero recordar a los lectores tres declaraciones emitidas por la televisión durante un debate televisado recientemente en Las Vegas. Un candidato reconoció que su mayor debilidad era “el exceso de pasión para luchar contra la pobreza”. Otro dijo que era “el exceso de impaciencia para hacer las transformaciones” y el tercero confesó que se trataba de su “dificultad para manejar la burocracia”. ¿Quiénes eran esos tres candidatos a la presidencia y a qué país pertenecían? No era Lula, de Brasil, postulándose otra vez como presidente. No era el toro Chávez proponiendo la revolución bolivariana, en Venezuela, ni Zapatero, de España, luchando contra la corrupción administrativa. No, esto sucedió en el país que tiene como régimen económico el capitalismo y como sistema político la democracia. Quienes dieron estas respuestas en un programa de gran audiencia fueron, respectivamente: Edwars, Hillary Clinton y Obama, los tres candidatos del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Ya quisiéramos para la vieja Europa candidatos que declararan (y fuera cierto) que su mayor preocupación es la lucha contra la pobreza o el control de la desmedida burocracia. Aquí tenemos cosas más importantes que pensar, como la construcción de la Gran Europa Unida Jamás Será Vencida, o la construcción de numerosos estaditos nacionales. Una cosa no quita la otra. Y si la quita, paciencia.
¿La prensa española ha tomado posición en la lucha por estos dos candidatos? (Edwars sobra, está de más: no es negro, ni mujer, representa la parte más antigua y periclitada del mundo: varón y blanco). Leo titulares y subtitulares asombrosos. Por ejemplo, hace pocos días, El País titulaba: Dos opciones, dos estilos. Y subtitulaba: Un Obama cálido y sencillo frente a una Clinton fría y profesional. Todo un enjuiciamiento subliminar: la calidez contra la frialdad, la sencillez contra la profesionalidad. De un lado, el tierno Obama, una especie de joven predicador negro que quiere recuperar el sueño de los fundadores (los del Mayflower, se entiende, gente pobre y maja, huida de la hambruna de Inglaterra) y del otro la astuta profesional que no llora nunca y se mostró impasible cuando Clinton tuvo un desliz sexual, cosa que están dispuestos a perdonarle a John Kennedy, un adicto de aquellos de eyaculación cada siete minutos, pero no a aquel estudiante casi albino que consiguió zafar de Vietnam porque fumaba porros.
En Estados Unidos hay muchos negros, y esto podría inclinar la balanza a favor de Obama, pero hasta los comentaristas menos objetivos de la política internacional (y en España, hay muchos) deben reconocer que también hay mujeres, muchas mujeres, y que las mujeres han comenzado a movilizarse a favor de Hillary Clinton. Por primera vez en la historia de la política, el género puede ser determinante. Todos sabemos que en Estados Unidos hay mucha abstención (también la hubo en las últimas elecciones en Catalunya; a veces, parece un signo de rebeldía que los políticos no saben o no quieren leer) pero en estas elecciones, quizás el porcentaje de votantes resulte mayor, y si ocurre, será porque muchas mujeres decidirán, y lo más probable es que decidan votar por Hillary, “fría y profesional” (han sido objeto de esta descripción otras mujeres famosas: Greta Garbo, Marlene Dietrich, Catherine Deneuve, Margaret Thatcher, Montserrat Caballé); es mujer, y sería la primera presidenta en la historia de Estados Unidos.
Lo cierto es que a mí –poeta y soñadora- algunas frases de Obama me ganan el corazón, que lo tengo frágil. Por ejemplo esa de “una sola voz puede cambiar a un grupo, un grupo puede cambiar una ciudad, una ciudad puede cambiar un Estado y, en última instancia, una sola voz puede acabar cambiando América.” Me suena a esos maravillosos eslóganes del sesenta y ocho (esa generación que no le gusta a Sarkozy. Por cierto, ¿qué estaba haciendo Sarkozy en el sesenta y ocho? Entonces, tenía trece años, y los chicos y chicas de su edad salían a las calles de París a gritar por la revolución de obreros y estudiantes) que ahora avergüenzan a los otrora bienpensantes. Eslóganes como: Prohibido prohibir. O: La imaginación al poder. O: Es mejor morir de pie que vivir arrodillado. O: haga el amor, no la guerra.
La frase de Obama recuerda deliberadamente a Martin Luther King y su famoso discurso: “Anoche tuve un sueño”.
En todo caso, a mí me resulta completamente estimulante que esta elección para candidato o candidata del Partido Demócrata, que seguramente ganará las próximas elecciones, sea entre un negro de origen musulmán y una mujer: señal de que los antiguos desplazados y discriminados han alcanzado la igualdad y que una gran nación ha dejado atrás sus prejuicios.
¿Con quién se identifica esa gran parte del electorado norteamericano que no suele votar y que está formada fundamentalmente por mujeres? Me inclino a pensar que con Hillary Clinton, a pesar de que usa el apellido de su marido. Y si se han tomado estas elecciones como la gran revancha por un abandono político antiguo, ellas decidirán, y decidirán por quien las representa mejor: una mujer blanca, culta, “fría y profesional”, pero mujer al fin. En Estados Unidos y en Europa hubo demasiados políticos no fríos ni profesionales, y así nos fue en el siglo XX: dos guerras mundiales, el stalinismo, el franquismo, el salazarismo y la guerra de los Balcanes. No se necesitará mucho para hacerlo mejor que George Bush o que Putin. A propósito, ambos son, también, muy fríos y profesionales: mandan matar sin pestañear.



CRISTINA PERI ROSSI, El Mundo, 24 de enero del 2008