viernes, 22 de febrero de 2008

SATURACIÓN ELECTORAL

Aunque oficialmente la campaña electoral recién ha comenzado, los sufridos electores nos sentimos hartos, saturados, anhelamos que ya cese. Los políticos, sus promesas,
sus debates ocupan los medios, y es difícil transitar por la ciudad o estar dentro de casa sin que el ruido que hacen nos respete. Es verdad que puedo no encender el televisor ni la radio, no comprar los diarios ni abrir el buzón o Internet, pero el hecho de no hacerlo, para evitar la injerencia de la campaña electoral en mi vida, ya significa una intromisión. Mi rechazo es la prueba fehaciente de la invasión. Y este artículo, también. Tómenlo, querid@s lector@s como una señal de protesta frente al despilfarro económico de la campaña, que pagaremos todos, aunque los bancos y algunas cajas sean tan generosos que cancelen o renegocien las deudas de los principales partidos, cosa que no harían con su hipoteca o la de su vecino. Alguien dijo alguna vez que el mejor gobierno es el que no se nota; las mejores elecciones deberían ser las más aburridas, las más silenciosas, las más baratas. De esas no tenemos, ni en España, ni en Catalunya, ni en Estados Unidos (el orden de los factores no altera el nacionalismo). Y si Hillary y Obama pasan la bandejita durante sus actos (las del candidato varón cada vez se parecen más a sermones, a recitales poéticos) como se hace en la iglesia, nuestros políticos exprimen los créditos y los futuros presupuestos para “comprar” votos de abstencionistas o indecisos. Porque ya sea Hillary, Obama, Zapatero o Rajoy, tienen un problema en común: la resistencia de muchos electores a ejercer el voto. Vencer su indiferencia o desafección (recordar esta oportuna palabreja empleada por el presidente Montilla) es la esperanza de l@s candidat@s. (Observen, queridos lectores, que he tenido que usar la arroba, porque esta vez, y sin que siente precedente, hay una candidata mujer en las elecciones norteamericanas.)
Hasta el día de las elecciones nos esperan, a los sufridos votantes, varios días de discursos, entrevistas, monsergas, arengas, requerimientos, promesas, dimes y diretes, debates, tertulias, salvo que optemos por no encender ni la radio ni el televisor, o por leer sólo la sección deportes de los diarios. A propósito: el fútbol paga mejor que el arte y que la política. En Madrid (o sea, en campo enemigo) le han hecho un homenaje a Di Stefano, “la saeta rubia”, con estatua incluida, que no le han hecho todavía al ex presidente Suárez, ni al mejor artista español vivo, Antonio López. Hace un tiempo, el ex vicepresidente de CIU y poeta Carles Duarte, me dijo, amablemente y sin ningún rencor: “La política es ingrata”. Y el arte, ni te cuento. Entretanto, algunos pragmáticos electores pusieron a subasta en Internet su futuro voto. Al mejor postor. Hubo interesantes ofertas económicas. Y para garantizar la honestidad de la operación, se comprometían a fotografiar el momento de meter la papeleta en la urna. Quién da más, señores.



EL MUNDO, 22 de febrero de 2008

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