jueves, 26 de noviembre de 2009

El “otro” feminismo por Cristina Peri Rossi

Cuando oí a Javier Cámara decir: “De todas las mujeres que haya en mi vida ninguna será menos que yo” sentí malestar. ¿Qué era lo que no me gustaba de esta campaña contra la violencia machista? En primer lugar, la frase: el actor aseguraba que ninguna de las mujeres que hubiera en su vida sería menos que él. Pero ¿y las otras? Porque seguramente un hombre tiene algunas mujeres próximas, madre, hermanas, amantes, esposa. Pero y ¿las otras? ¿Las esporádicas? ¿Las desconocidas? Me hubiera parecido muchísimo más acertada la frase: “Ninguna mujer será nunca menos que yo”. Afirmación sencilla y contundente. A poco, salió Angie Cepeda afirmando “De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo.” Este anuncio provocó una confusa y arrogante respuesta del profesor Enrique Lynch, titulada “Revanchismo de género” que a su vez fue respondida por algunas mujeres. Cito al profesor: “El anuncio parece jalear la guerra de sexos, como desde hace décadas hace el feminismo mal encarado, según la pauta de lo que Nietzsche llama “moral de la víctima”. De modo que el anuncio “jalea” la guerra de sexos, acabáramos. ¿Y cuál es el feminismo mal encarado? ¿Hay un feminismo bien encarado? ¿Por qué no hemos consultado al eminente profesor acerca de cuál es a su entender –y al de Nietzsche- el feminismo de buena cara, el complaciente? Porque son ellos, los eminentes filósofos, quienes han de determinar cómo debe de ser el feminismo bueno, dado que el pensamiento es masculino, y el sentimiento, femenino. Como cada cual lee lo que fantasea, Enrique Lynch no sólo encuentra que el anuncio es beligerante, sino que infiere que el anuncio de Angie Cepeda insinúa que los hombres son “menos”… porque no son “más”! El profesor desconoce que entre el más y el menos existe otra posibilidad: la igualdad. Nadie ignora que el cerebro y el cuerpo del hombre y de la mujer difieren, pero lo diferente es diferente, no es más ni es menos. Categoría que el profesor ignora. Lo más indignante del artículo (si se consigue superar su pésima redacción y sintaxis) es que atribuye al feminismo el aumento de la violencia machista. No, si lo mejor para no ser discriminado por negro es ser blanco, y lo mejor para no ser discriminada por mujer es ser hombre, eso no lo duda nadie. De modo que negros, homosexuales, colonizados, tercermundistas a callar, no sea que al rebelarse puedan provocar la reacción airada de los amos. No sólo el feminismo tiene la culpa de la violencia machista. También las madres. Enrique Lynch nos recuerda que esos hombres machistas han sido “gestados, amamantados, criados y formados por mujeres.” (Incluso él tuvo una madre.) Ahora bien, ¿los machistas son gestados sólo por las mujeres? ¿No llevan los caracteres genéticos del macho? ¿No significa nada en la educación de un machista la presencia, la imagen y la autoridad paterna? ¿En la crianza de un machista el padre no ha intervenido jamás? ¿No lo ha llevado al prostíbulo? ¿No ha insultado a su mujer en presencia del niño? A Enrique Lynch le gusta “otro feminismo”. Lástima que no consultáramos a él para hacer uno a la medida de los machos, que no los inquiete.

domingo, 8 de noviembre de 2009

LAS ESENCIAS PURAS

Si se vive lo suficiente –cincuenta años a lo sumo- basta para comprobar cómo las esencias puras (patria, nación, religión, estado, partidos políticos, familia, club de fútbol y cualquier otro símbolo de identificación individual o colectiva, también los “famosos”, adjetivo convertido en sustantivo gracias a la televisión basura) se corrompen en un entramado del que pocos se salvan y casi nadie dice la verdad. Esa verdad que cuesta tanto reconocer a los jueces, porque ellos también son esencias puras que a veces se corrompen. ¿Quién diría viendo la foto de ese ancianito ingenuo, calvo, sin corbata, que a duras penas se sostiene en la escalera mecánica que fue el presidente del Palau de la Musica Catalana, esencia pura donde las haya, ladrón confeso y millonario a cuenta de bolsillos ajenos? ¡Oh nuestro sagrado templo de la música saqueado por uno de los nuestros, de los de toda la vida, Fèlix Millet! En la foto está ayudado con sumo respeto –yo diría que hasta con cierta admiración- por otra de nuestras esencias puras, el abogado Pau Molins, conocido por sus “tecnicismos”.
Por supuesto, la corrupción y el robo existen desde siempre, y miren ustedes por donde, casi siempre se ceba en las esencias puras. Pero Fèlix Millet tenía su corazoncito: dicen que en uno de sus palacetes construyó una réplica del Palau de la Musica Catalana, para contemplarlo por la noche, porque de día, podía contemplarlo al natural y también saquearlo. Muchos delincuentes conservan prendas de recuerdo de sus fechorías; serán ladrones pero también tienen sentimientos. La reciente Operación Pretoria también ha llegado a otras esencias puras: Lluis Prenafeta, ex secretario del President Jordi Pujol, y Mrcià Alavedra, el simpático y todopoderoso Conseller de Econcomia de CIU. Y sigamos por el alcalde Santa Coloma de Gramanet, del tripartito… Bien está que se descubra la corrupción: después de haber construido tanto, nos toca destruir. Una tarea de Sísifo. Llegará el momento en que la mitad de la población tendrá que vigilar a la otra mitad, y aún así, habrá corrupción. Porque la codicia y la ambición son las verdaderas esencias puras detrás de muchas fachadas: patria, nación, estado, partido político, club de fútbol, clase social, premios literarios, medallas, condecoraciones. Por eso, cada tanto, se impone una regeneración, que no es lo mismo que una nueva generación. Porque esto no se arregla con la democracia del voto. La democracia del voto está secuestrada por los partidos políticos. Tampoco se arregla con la abstención:
seguramente harían el voto obligatorio, como en mi país de origen, Uruguay. Un derecho convertido en una obligación. Del miedo que les dio alguna vez a los políticos que nadie los votara, ni un mezquino treinta por ciento del censo electoral. A Maadof por lo menos lo metieron en chirona. Ahora da cursos de Bolsa en la cárcel. Los otros, de urbanismo, que no de urbanidad.



Cristina Peri Rossi, EL MUNDO