lunes, 25 de febrero de 2008

UN ABUELO CON OÍDO DE POETA Y CORAZÓN INFATIGABLE

por CRISTINA PERI ROSSI


Cualquiera de los poetas que fueron candidatos este año al Cervantes podía haberlo recibido legítimamente por su obra poética, pero Juan Gelman, además de gran poeta y lúcido periodista, es un símbolo de la lucha por recuperar a los desaparecidos durante el ignominioso período de la dictadura militar argentina. Su poesía fue «un arma cargada de futuro», como escribió Gabriel Celaya, aunque ese futuro no fuera el paraíso, sino el infierno: su hijo fue secuestrado, junto a su nuera embarazada, y el poeta dedicó su poesía, su acción y toda su energía a intentar recuperar a la nieta, cosa que luego de muchos años de sufrimiento, búsqueda y tenacidad, logró, a pesar de todas las resistencias y obstáculos.
Cuenta Juan Gelman que su vocación de escritor se decidió de niño, cuando leyó Humillados y ofendidos, de Dostoievski (la familia del poeta era de origen ruso), pero también tuvo mucho que ver con el tango. No en vano uno de sus primeros libros de poemas se llamó precisamente Gotan, que en la jerga rioplatense quiere decir tango, y donde se encuentra un poema con el título de uno de los tangos más famosos: Mi Buenos Aires querido. Por eso su poesía fue, desde el principio, una reivindicación del lenguaje popular, coloquial, por contraste con la poesía culturista y de lenguaje deliberadamente literario que escribían otros poetas como Jorge L. Borges o Alberto Girri. Esta reivindicación de lo popular, de la tradición barriobajera y maleva del tango, no concernía sólo a la poesía: Juan Gelman optó ideológicamente por militar en el Movimiento Montonero, peronista, populista, que sedujo a muchos intelectuales.
Juan Gelman es un gran poeta no por los temas (su poesía política es sólo una parte de su obra, pero hay otros libros ajenos a esas preocupaciones, como Los poemas de Sydney West) sino por el ágil, fecundo, extraordinario manejo de la lengua. Combina una espontánea sencillez con una gran musicalidad, el oído de poeta (tan parecido al oído del compositor) nunca le falla. No en vano pertenece a una tradición, la poesía argentina, cuyo poema fundacional es Martín Fierro:
«Aquí me pongo a cantaral compás de la vigüela, que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria como el ave solitariacon el cantar se consuela».
Esta voluntad de sencillez —que comparte con el otro poeta rioplatense, Mario Benedetti— busca la raíz de lo poético en los sentimientos y en las emociones, pero no en los más sutiles o refinados, como lo hacían los poetas románticos, sino en aquellos que nos aproximan a los demás; los sentimientos y emociones compartidos. Es, por tanto, una poesía política, en tanto la polis es el centro de lo comunitario, sea la desesperación del desocupado, el enamoramiento del amante o el dolor de los desaparecidos.
Una poesía pegada, por tanto, al yo y sus circunstancias. En su caso, unas circunstancias que lo obligaron a exiliarse (vivió en Roma, y desde hace unos años lo hace en México, por el mejor de los motivos: el amor a una mujer) y a dedicar muchos años a la búsqueda de su hijo, su nuera y su nieta, desaparecidos.
En la foto, Juan Gelman aparece con el ex presidente de Uruguay Jorge Batlle a quien el poeta le escribió una dolorosa carta, de «abuelo a abuelo», reclamando la investigación de la desaparición de su nieta. Jorge Batlle no ayudó a Gelman, propuso declarar muertos a todos los desaparecidos. (La policía y el ejército de ambos países colaboraron estrechamente en la represión, aplicando el plan Cóndor, diseñado por la CIA.) Su búsqueda oceánica tuvo recompensa: la encontró, adoptada por un policía y su esposa.


EL MUNDO, diciembre 2007

viernes, 22 de febrero de 2008

SATURACIÓN ELECTORAL

Aunque oficialmente la campaña electoral recién ha comenzado, los sufridos electores nos sentimos hartos, saturados, anhelamos que ya cese. Los políticos, sus promesas,
sus debates ocupan los medios, y es difícil transitar por la ciudad o estar dentro de casa sin que el ruido que hacen nos respete. Es verdad que puedo no encender el televisor ni la radio, no comprar los diarios ni abrir el buzón o Internet, pero el hecho de no hacerlo, para evitar la injerencia de la campaña electoral en mi vida, ya significa una intromisión. Mi rechazo es la prueba fehaciente de la invasión. Y este artículo, también. Tómenlo, querid@s lector@s como una señal de protesta frente al despilfarro económico de la campaña, que pagaremos todos, aunque los bancos y algunas cajas sean tan generosos que cancelen o renegocien las deudas de los principales partidos, cosa que no harían con su hipoteca o la de su vecino. Alguien dijo alguna vez que el mejor gobierno es el que no se nota; las mejores elecciones deberían ser las más aburridas, las más silenciosas, las más baratas. De esas no tenemos, ni en España, ni en Catalunya, ni en Estados Unidos (el orden de los factores no altera el nacionalismo). Y si Hillary y Obama pasan la bandejita durante sus actos (las del candidato varón cada vez se parecen más a sermones, a recitales poéticos) como se hace en la iglesia, nuestros políticos exprimen los créditos y los futuros presupuestos para “comprar” votos de abstencionistas o indecisos. Porque ya sea Hillary, Obama, Zapatero o Rajoy, tienen un problema en común: la resistencia de muchos electores a ejercer el voto. Vencer su indiferencia o desafección (recordar esta oportuna palabreja empleada por el presidente Montilla) es la esperanza de l@s candidat@s. (Observen, queridos lectores, que he tenido que usar la arroba, porque esta vez, y sin que siente precedente, hay una candidata mujer en las elecciones norteamericanas.)
Hasta el día de las elecciones nos esperan, a los sufridos votantes, varios días de discursos, entrevistas, monsergas, arengas, requerimientos, promesas, dimes y diretes, debates, tertulias, salvo que optemos por no encender ni la radio ni el televisor, o por leer sólo la sección deportes de los diarios. A propósito: el fútbol paga mejor que el arte y que la política. En Madrid (o sea, en campo enemigo) le han hecho un homenaje a Di Stefano, “la saeta rubia”, con estatua incluida, que no le han hecho todavía al ex presidente Suárez, ni al mejor artista español vivo, Antonio López. Hace un tiempo, el ex vicepresidente de CIU y poeta Carles Duarte, me dijo, amablemente y sin ningún rencor: “La política es ingrata”. Y el arte, ni te cuento. Entretanto, algunos pragmáticos electores pusieron a subasta en Internet su futuro voto. Al mejor postor. Hubo interesantes ofertas económicas. Y para garantizar la honestidad de la operación, se comprometían a fotografiar el momento de meter la papeleta en la urna. Quién da más, señores.



EL MUNDO, 22 de febrero de 2008