domingo, 20 de abril de 2008

MI DÍA DEL LIBRO


Este San Jordi no me busquen en la tradicional parada de la librería Prolèg, ni en ninguna otra: aunque tengo libro nuevo (La tarde del dinosaurio, en una bellísima edición de Tropo editores) mi pierna derecha, atropellada por un auto el 4 de diciembre pasado, todavía no me sostiene. Este Día del libro seré una lectora más. Cambio de papeles. Estaré en mi casa, sentadita, leyendo los libros que me he comprado con antelación. Y mientras las multitudes recorran las calles de Barcelona con una rosa en la mano, yo estaré subrayando las agudas observaciones psicológicas de Vicente Verdú en su libro No ficción (Anagrama), regodeándome con los vicios que se descubren en Cary Grant, la biografía (Marc Eliot, editado por Lumen) y que no son los que ustedes piensan. No: mucho más que un gay promiscuo, el pobre Cary Grant era, fundamentalmente, un avaro. Tendré en la mesilla de noche Una lectora nada común, la sarcástica novela de Alan Bennett editada por Anagrama y los Poemas impuros, de Nuria Amat (ediciones B).
Y como todavía me quedan un par de días, antes de San Jordi, procuraré comprarme la autobiografía de J.G.Ballard (Miracles of life) uno de mis escritores favoritos desde los veinticinco años, cuando lo descubrí, en una admirable colección de relatos traducidos por Aurora Bernández. Fue una revelación, y lo he seguido con fidelidad, como lo seguía Julio Cortázar (habíamos fundado el club de los ballardianos). Cuando llegué a Barcelona, a fines de l972, nadie lo había leído. Han tenido que pasar más de treinta años para que algunos críticos lo reconozcan: lo tenían relegado, con cierto desprecio, al baúl de la ciencia ficción. J.G. Ballard no les gustaba porque era el escritor más vanguardista del siglo XX, y la crítica todavía estaba –muchas veces sigue estando- anclada en el siglo XIX. Los “argumentos” de las novelas de Ballard son tan breves como apocalípticos: hombres que deben vivir una sequía, una inundación, que quedan atrapados en una autopista, o que para tener un orgasmo, provocan un accidente. Un tipo raro, este Ballard: se ve que no le gusta mucho la literatura gastronómica ni la épica ni las sagas familiares, por lo cual, difícilmente podía aspirar a ser apreciado por estos lares. Ahora, cuando tiene un cáncer en fase terminal (fase a la cual, sin cáncer o con él, todos llegaremos tarde o temprano) ha publicado su biografía. A Ballard no le gusta dar entrevistas, ni salir en la tv., pese a lo cual, se ha convertido en uno de los escritores más importantes en lengua inglesa (con estos hábitos, difícilmente hubiera podido serlo en cualquiera de las lenguas de España). Pero Barcelona le rendirá homenaje. He leído que el CCB inaugurará una exposición sobre él, en el mes de junio. Quizás entonces consiga saber si esposa murió en Sitges o en Alicante, por un accidente en la playa o por una encefalitis. No es morbosidad: es para entender mejor Crash, su novela más morbosa. Dicho con admiración.



EL MUNDO, 18 de abril de 2008