domingo, 8 de noviembre de 2009

LAS ESENCIAS PURAS

Si se vive lo suficiente –cincuenta años a lo sumo- basta para comprobar cómo las esencias puras (patria, nación, religión, estado, partidos políticos, familia, club de fútbol y cualquier otro símbolo de identificación individual o colectiva, también los “famosos”, adjetivo convertido en sustantivo gracias a la televisión basura) se corrompen en un entramado del que pocos se salvan y casi nadie dice la verdad. Esa verdad que cuesta tanto reconocer a los jueces, porque ellos también son esencias puras que a veces se corrompen. ¿Quién diría viendo la foto de ese ancianito ingenuo, calvo, sin corbata, que a duras penas se sostiene en la escalera mecánica que fue el presidente del Palau de la Musica Catalana, esencia pura donde las haya, ladrón confeso y millonario a cuenta de bolsillos ajenos? ¡Oh nuestro sagrado templo de la música saqueado por uno de los nuestros, de los de toda la vida, Fèlix Millet! En la foto está ayudado con sumo respeto –yo diría que hasta con cierta admiración- por otra de nuestras esencias puras, el abogado Pau Molins, conocido por sus “tecnicismos”.
Por supuesto, la corrupción y el robo existen desde siempre, y miren ustedes por donde, casi siempre se ceba en las esencias puras. Pero Fèlix Millet tenía su corazoncito: dicen que en uno de sus palacetes construyó una réplica del Palau de la Musica Catalana, para contemplarlo por la noche, porque de día, podía contemplarlo al natural y también saquearlo. Muchos delincuentes conservan prendas de recuerdo de sus fechorías; serán ladrones pero también tienen sentimientos. La reciente Operación Pretoria también ha llegado a otras esencias puras: Lluis Prenafeta, ex secretario del President Jordi Pujol, y Mrcià Alavedra, el simpático y todopoderoso Conseller de Econcomia de CIU. Y sigamos por el alcalde Santa Coloma de Gramanet, del tripartito… Bien está que se descubra la corrupción: después de haber construido tanto, nos toca destruir. Una tarea de Sísifo. Llegará el momento en que la mitad de la población tendrá que vigilar a la otra mitad, y aún así, habrá corrupción. Porque la codicia y la ambición son las verdaderas esencias puras detrás de muchas fachadas: patria, nación, estado, partido político, club de fútbol, clase social, premios literarios, medallas, condecoraciones. Por eso, cada tanto, se impone una regeneración, que no es lo mismo que una nueva generación. Porque esto no se arregla con la democracia del voto. La democracia del voto está secuestrada por los partidos políticos. Tampoco se arregla con la abstención:
seguramente harían el voto obligatorio, como en mi país de origen, Uruguay. Un derecho convertido en una obligación. Del miedo que les dio alguna vez a los políticos que nadie los votara, ni un mezquino treinta por ciento del censo electoral. A Maadof por lo menos lo metieron en chirona. Ahora da cursos de Bolsa en la cárcel. Los otros, de urbanismo, que no de urbanidad.



Cristina Peri Rossi, EL MUNDO

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