martes, 13 de julio de 2010

Una mujer independiente

Una escritora independiente


Me despierto a las siete de una mañana invernal; todavía está oscuro y hace frío en la habitación, de modo que oprimo el conmutador, y enciendo la luz: primera dependencia, de la compañía energética que la suministra. Es la misma que me permite encender la estufa eléctrica. Voy a la cocina. Enciendo el gas para prepararme el desayuno; qué bueno, soy una mujer independiente que depende del gas. Después, voy al baño, abro el grifo de la ducha. Una ducha bien calentita, mujer independiente: dependes de la compañía que suministra el agua. Bajo a hacer las compras. El mercado está abierto: la mujer independiente depende del panadero, que hace el pan, del horticultor, que plantó y recogió tomates, del pescador que salió al mar y de los camiones que distribuyen la fruta. Compro el diario. Sin impresoras, no habría diarios. Y si hay diarios, mujer independiente, es porque hay árboles que talar. En total, creo que he gastado quince euros. ¿De dónde han salido los quince euros de la mujer independiente? De la última lectura que hice de mis poemas, en un palacio hoy convertido en museo: me ha pagado una subvención del Ministerio de Cultura, o sea, los ciudadanos y ciudadanas de este país. Poesía a cambio de luz eléctrica, tomates y agua corriente: sin lectores, no hay poesía.
Vuelvo a mi casa. El ascensor está roto. Debo de subir hasta el décimo, por la escalera que diseñó un innominado constructor; pero tengo un nervio pinzado, por tanto, no puedo subir: dependo de mi cuerpo. Y mi cuerpo, a veces, se rebela. No puedo subir ni bajar y no arreglarán el ascensor hasta el lunes, porque es viernes al mediodía.
Llamo a una amiga porque yo tengo móvil y ella también. Le pido permiso para ir hasta su casa, porque no puedo subir hasta la mía. Me contesta que lo siente, pero en este momento está a punto de irse de fin de semana al pueblo.
Me voy al hotel de la esquina. Por suerte, tengo tarjeta de crédito y carné de identidad.
Cuando entro a la habitación, puedo elegir entre meterme en la cama o mirar la televisión. Y si miro la televisión, tengo la independencia como para elegir un canal u otro.


(A proóstio de Las independencias, en La estafeta del viento, Madrid,

2 comentarios:

Juliett Farnesse dijo...

mmm, todo un tema ese. A veces pienso en la independencia como una de esas ultimas utopias.
Espero este bien y saludablemente literaria.
Un abrazo, se le admira desde el otro lado del mar.

Juliett Farnesse dijo...

Por mas que nos pensemos independientes estamos atadas a esos sutiles mecanismos que si bien no son los del poder foucaultiano, si son redes que nos atrapan de una forma o de otra